Actividades de SIPAZ (Febrero – Abril de 1997)
30/04/1997ANALISIS: Reescribiendo la Historia
31/10/1997ANALISIS: Chiapas: elecciones en un campo minado
Sumario y Actualidad
Chiapas: elecciones en un campo minado
Los analistas de todas las tendencias coinciden en que las recientes elecciones del 6 de julio para renovar el Congreso y elegir algunos gobernadores -principalmente y por primera vez, el del Distrito Federal- serĂĄn un parte aguas en la historia de la lucha democrĂĄtica en MĂ©xico. El hecho de que por primera vez la capital del paĂs sea gobernada por la oposiciĂłn, y que Ă©sta tenga en el Congreso un peso real que contrarreste la histĂłrica hegemonĂa del partido oficial, constituye un avance por demĂĄs significativo para la transiciĂłn hacia un sistema polĂtico plural, que permita la alternancia en el poder de diferentes opciones partidarias.
En la nueva geografĂa electoral, el PRI perdiĂł su histĂłrica mayorĂa absoluta en la CĂĄmara de Diputados. SegĂșn los datos difundidos al momento de cierre de este informe, al partido gobernante le corresponderĂan hasta 238 diputaciones, al PAN 124 y al PRD 123. El abstencionismo a nivel nacional fue del 40%, uno de los mĂĄs bajos de la historia.
En Chiapas, sin embargo, estas elecciones estuvieron marcadas por la violencia y el abstencionismo (segĂșn Alianza CĂvica, mĂĄs del 65%). Hasta Ășltimo momento persistieron las contradicciones y polĂ©micas entre quienes sostenĂan que existĂan condiciones para realizarlas -fundamentalmente, el Instituto Federal Electoral y los mandos militares del estado- y quienes denunciaban la falta de garantĂas: Consejeros ciudadanos, el PRD, la diĂłcesis de San CristĂłbal de las Casas, Alianza CĂvica, organizaciones indĂgenas y campesinas.
Entre la falta de condiciones, se mencionaban: ubicaciĂłn de casillas cerca de campamentos militares, en comunidades priĂstas o controladas por el grupo armado «Paz y Justicia»; rechazo de muchas comunidades zapatistas a la instalaciĂłn de las casillas; ataques y emboscadas de grupos armados; aumento de los patrullajes y la presencia militar en las zonas Altos, Selva y Norte.
Rompiendo su prolongado silencio, el 1 de julio el EZLN dio a conocer un extenso comunicado, en el cual:
- reitera la concepciĂłn polĂtica del zapatismo: democracia radical mĂĄs allĂĄ de los partidos, nueva relaciĂłn entre electores y elegidos, protagonismo de los nuevos actores emergentes de la sociedad civil (movimiento indĂgena, organizaciones no partidarias);
- caracteriza al «México nuevo», destacando el agotamiento del sistema de partido de Estado, el deterioro del presidencialismo y su pérdida de legitimidad;
- sostiene que «las comunidades indĂgenas, zapatistas y no zapatistas, del sur y sureste mexicano han decidido no participar» en el acto electoral: como protesta por la militarizaciĂłn y el ambiente de guerra civil promovido por los gobiernos federal y locales;
- como protesta por el incumplimiento de los Acuerdos de San Andrés sobre los derechos democråticos de los pueblos indios;
- como llamado de atenciĂłn a los partidos polĂticos por su falta de propuestas serias y trabajo polĂtico en el seno del movimiento indĂgena nacional.
Ya antes de este pronunciamiento, en las comunidades zapatistas de la Selva la decisiĂłn de no votar era unĂĄnime. TambiĂ©n en la zona Norte, simpatizantes zapatistas declararon que no concurrirĂan a las urnas por la inseguridad y la violencia que reina en la regiĂłn. En otros municipios donde persisten conflictos postelectorales desde 1995 -como San AndrĂ©s LarrĂĄinzar- o donde coexisten autoridades oficiales y «rebeldes«, la oposiciĂłn -tambiĂ©n mayoritariamente zapatista- declarĂł que no asistirĂa al acto electoral porque no confĂa en un sistema que siempre beneficia al oficialismo.
Por las razones antes expresadas, se esperaban en el sureste mexicano algunas irregularidades. Lamentablemente, el pequeño nĂșmero de observadores electorales en Chiapas no pudo cubrir ni el 50 % de las casillas. Aunque las cifras todavĂa no son definitivas, se calcula que de las 200 casillas que no se instalaron en todo el paĂs, casi el 80% dolorosamente corresponden a Chiapas (Alianza CĂvica habla de alrededor de 160 casillas no instaladas); a ello se suma la quema y robo de papelerĂa, los bloqueos de algunas carreteras y otras acciones para impedir o dificultar el voto, por lo que Chiapas constituyĂł el estado mĂĄs problemĂĄtico para las autoridades del Instituto Federal Electoral.
Alianza CĂvica observĂł ademĂĄs, en menor grado, otras irregularidades en Chiapas, como la inducciĂłn y la falta de secreto en el voto, la falta o no correspondencia de los funcionarios electorales de casillas con las listas publicadas, propaganda de algĂșn partido polĂtico en casillas y acarreo de votantes.
Una semana despuĂ©s de la elecciĂłn, todavĂa estaban impugnados los resultados en los tres distritos correspondientes a las zonas de conflicto (Altos, Norte y Selva). En ellos, el nivel de irregularidades podrĂa determinar la anulaciĂłn de los comicios. La mayor quema de papeles y urnas para impedir la instalaciĂłn de casillas se dio en la Selva, la zona de mayor influencia zapatista.
Los observadores han interpretado este hecho en el contexto de violencia, impunidad, injusticia, guerra y ocupaciĂłn militar que se vive en Chiapas, y fundamentalmente de descrĂ©dito en el sistema electoral y en las instituciones polĂticas, que a tres años del alzamiento no han respondido a las demandas indĂgenas.
Conflictos de No Tan Baja Intensidad
Mientras el proceso de paz continĂșa congelado, la violencia en Chiapas ha aumentado en los Ășltimos meses hasta lĂmites verdaderamente alarmantes. La polarizaciĂłn creciente y los enfrentamientos entre civiles en diferentes comunidades, principalmente de la zona norte, y los saldos en muertos, heridos y desplazados, son ya parte de las noticias cotidianas a las que la opiniĂłn pĂșblica se va acostumbrando peligrosamente.
En los Ășltimos dos años, mĂĄs de 4000 desplazados internos, alrededor de 300 muertos y un centenar de presos fue el saldo de la violencia en la zona Norte de Chiapas. SĂłlo en los primeros tres meses del año, 2419 personas tuvieron que abandonar sus comunidades, 768 fueron detenidas y 22 asesinadas (datos de CONPAZ).
Los conflictos que en un principio se limitaban a los cuatro municipios de poblaciĂłn chol -Tila, Sabanilla, TumbalĂĄ y Salto de Agua-, hoy se han extendido a otros vecinos -Palenque, El Bosque, ChilĂłn-, llegando a afectar algunos de los Altos -ChenalhĂł, PantelhĂł- y del Centro -Venustiano Carranza.
El grupo priĂsta «Paz y Justicia», antes concentrado en el municipio de Tila, estĂĄ actuando con singular beligerancia en el de Sabanilla, donde entre el 22 y el 24 de junio realizĂł ataques y emboscadas a simpatizantes zapatistas, dejando un saldo de cuatro muertos (incluidos dos menores de 11 y 15 años), ocho heridos y decenas de desplazados. Los hechos parecen ser una venganza por la muerte no aclarada de un integrante de «Paz y Justicia», ocurrida el 15 de junio.
En el municipio de Chilón, a un año de los ataques sufridos en Bachajón, los pobladores han denunciado la reactivación del grupo armado «Los Chinchulines», que recientemente ha hostigado a varias familias, quemado dos casas y amenazado de muerte al presidente municipal perredista.
Resulta notable que la masiva presencia de la policĂa estatal y el ejĂ©rcito federal en la zona Norte no sirva para impedir o poner fin a estos hechos de violencia. Por el contrario, la poblaciĂłn civil ha denunciado que las fuerzas de seguridad sĂłlo contribuyen a agudizar los antagonismos entre los indĂgenas.
Otro factor de divisiĂłn y conflicto es la polĂtica proselitista y discriminatoria en la distribuciĂłn de los recursos gubernamentales. En su reciente visita a Chiapas, el Presidente Zedillo anunciĂł que en 1997 este estado recibirĂĄ 2.200 millones de dĂłlares, el mayor presupuesto otorgado por el gobierno federal a ningĂșn estado. Sin embargo, se sabe que los programas econĂłmicos se canalizan generalmente con criterios clientelistas a travĂ©s de organizaciones pro gubernamentales, como ARIC-Oficial y SOCAMA.
Por otro lado, la movilizaciĂłn popular se centrĂł, en los Ășltimos dos meses, en la caravana «Wejlel» (que significa «libertad» en chol). El 25 de abril, unos 200 desplazados choles de la zona Norte de Chiapas rompieron el cerco de «Paz y Justicia» y marcharon hacia la capital del estado en demanda de libertad para los presos polĂticos, cese de la violencia paramilitar y de la persecuciĂłn polĂtica, indemnizaciĂłn por los bienes robados y destruidos por los priĂstas, garantĂas y apoyo para el retorno de los desplazados, etc. Desde entonces, los delegados de los desplazados y los representantes del movimiento de presos polĂticos «La Voz de Cerro Hueco» mantienen un plantĂłn ante el Palacio de Gobierno de Tuxtla GutiĂ©rrez.
A partir de allĂ se iniciĂł un complejo proceso de negociaciones con el gobierno estatal, cuyo Ășnico resultado, hasta el momento, ha sido la liberaciĂłn de 31 presos (incluidos los 24 de San Pedro Nixtalucum; SIPAZ Año 2 No.2), quedando todavĂa 61, la mayorĂa de la zona norte. Como han señalado reiteradamente los abogados defensores, se trata de sentencias judiciales realizadas sin las garantĂas del debido proceso (delitos prefabricados, acusaciones sin pruebas, confesiones bajo tortura, etc.). La Ășnica finalidad que se persigue es la eliminaciĂłn de los opositores al partido oficial. Es interesante anotar que ningĂșn priĂsta se encuentra preso, aun cuando pesan graves acusaciones contra algunos dirigentes de «Paz y Justicia».
El Proceso de Paz segĂșn sus protagonistas
Si bien el cambio de la delegaciĂłn gubernamental para el DiĂĄlogo de San AndrĂ©s ha sido una señal positiva de parte del gobierno federal -atendiendo el reclamo de los zapatistas-, hasta el momento no se han conocido propuestas concretas para la reanudaciĂłn del DiĂĄlogo. Pedro JoaquĂn Coldwell ha manifestado su disposiciĂłn de reunirse con todas las partes implicadas en el proceso y escuchar las diferentes valoraciones a fin de conocer mejor la situaciĂłn.
El EZLN, por su parte, guarda silencio sobre el proceso de paz. No se ha pronunciado sobre la designaciĂłn del nuevo delegado gubernamental, ni sobre la Ășltima propuesta de la COCOPA. Su postura ha sido, en los Ășltimos meses, no tomar ninguna iniciativa hasta que el gobierno federal dĂ© muestras claras de su voluntad real de cumplir con las condiciones exigidas por los zapatistas.
Paralelamente, las bases civiles del EZLN se han mostrado activas en el proceso de consolidaciĂłn de los municipios rebeldes y regiones autĂłnomas, delimitando sus territorios, eligiendo y renovando sus autoridades en verdaderos actos polĂticos presididos por sus comandantes. En las zonas mĂĄs conflictivas, se observa tambiĂ©n una tendencia de los civiles zapatistas a responder a las provocaciones y agresiones armadas, lo que significa una amenaza para el cese al fuego todavĂa vigente.
En abril, después de la muerte del senador Heberto Castillo, uno de los miembros mås destacados de la COCOPA, ésta volvió a tomar la iniciativa para buscar una salida al estancamiento del proceso de paz, proponiendo la instalación de una «mesa de coyuntura» donde, con la participación amplia de todos los actores involucrados, se abordara el tratamiento y solución de los conflictos en la zona Norte.
La CONAI, las organizaciones no gubernamentales y la sociedad civil chiapanecas recibieron favorablemente esta propuesta. Lamentablemente, ni el gobierno federal ni el estatal la apoyaron. El segundo, por el contrario, propuso a los representantes de la zona Norte la creaciĂłn de tres mesas diferentes para negociar por separado los temas econĂłmico, jurĂdico y polĂtico. De esta manera, el gobierno del estado se constituye en ĂĄrbitro del conflicto, cuando en realidad es parte en el mismo. El resultado de esta maniobra estĂĄ a la vista: a casi tres meses, ninguna de las mesas fue instalada.
Otros elementos muestran el afianzamiento de una lĂnea dura en el gobierno del estado, que no parece buscar otra cosa que la confrontaciĂłn y la agudizaciĂłn de los conflictos:
- el Congreso estatal, sin previo aviso, sustituyĂł a su representante en la COCOPA, el diputado priĂsta Juan Roque Flores, quien se habĂa caracterizado por mantener una postura independiente y progresista en el organismo mediador. Su sustituto, en cambio, se ha ubicado en la COCOPA «como una contraparte gubernamental», al decir de uno de sus integrantes;
- el mismo Congreso ha impulsado unilateralmente las actividades de una ComisiĂłn de RemunicipalizaciĂłn y RedistritaciĂłn, cuya labor ha generado rechazo por parte de las bases civiles del EZLN y agudizado los enfrentamientos entre ellas y los priĂstas.
El 8 de junio la CONAI emitiĂł un pronunciamiento donde afirma que
«El incumplimiento de los acuerdos de San AndrĂ©s ha puesto en crisis, no sĂłlo el diĂĄlogo entre el EZLN y el gobierno federal, sino la misma vĂa de la negociaciĂłn polĂtica como camino de soluciĂłn pacĂfica de todos los conflictos. Si lo que se pacta no se cumple, se afecta la confianza y se vuelve imposible cualquier avance».
La CONAI expresa tambiĂ©n su preocupaciĂłn por la violaciĂłn creciente de los derechos humanos y la escalada de violencia en los estados vecinos de Oaxaca y Guerrero, donde a fines de mayo se registraron enfrentamientos entre el EPR y el ejĂ©rcito federal. Las principales vĂctimas de estos sucesos son, como de costumbre, la poblaciĂłn civil y las organizaciones populares, contra las que se desata la represiĂłn indiscriminada; las cifras de muertos, detenidos y desaparecidos crecen de manera alarmante entre las comunidades indĂgenas de estos estados.
Finalmente, la CONAI exhorta a todos los actores polĂticos y a la sociedad civil a movilizar sus recursos y capacidades para lograr:
- la reforma constitucional para cumplir con los Acuerdos de San Andrés
- la liberaciĂłn de los presos por motivos polĂticos
- el establecimiento de la mesa de coyuntura propuesta por la COCOPA para solucionar los conflictos regionales, especialmente el de la zona Norte
- la reactivaciĂłn de la ComisiĂłn de Seguimiento y VerificaciĂłn de los acuerdos firmados
- el respeto a la voluntad ciudadana y popular en el acto electoral del 6 de julio.
A fines de junio, la prensa de Chiapas desató una nueva campaña de ataques y difamación contra la diócesis de San Cristóbal de las Casas y las organizaciones no gubernamentales que trabajan apoyando al proceso de paz. Las acusaciones sobre enriquecimiento y uso de fondos provenientes de la solidaridad internacional para «acciones antigubernamentales y desestabilizadoras», usando información confidencial sobre esos fondos, mostraron que la diócesis y las ONGs son objeto de actos de espionaje.
MĂ©xico pierde puntos en la opiniĂłn internacional
El gobierno mexicano sigue siendo objeto de duras crĂticas por parte de organismos internacionales de derechos humanos por el incremento de las violaciones a los mismos y la impunidad en que se mantienen, principalmente cuando se trata de violencia polĂtica cometida contra opositores en los estados y regiones mĂĄs conflictivos del paĂs.
Entre abril y mayo, la expulsiĂłn del territorio mexicano de casi veinte observadores internacionales que realizaban visitas a los estados de Chiapas, Oaxaca y Guerrero -incluidos miembros de la FederaciĂłn Internacional de Derechos Humanos y la OrganizaciĂłn Mundial contra la Tortura- causĂł profunda preocupaciĂłn y malestar en la comunidad internacional.
El 30 de abril, Human Rights Watch-Americas presentĂł su informe sobre la situaciĂłn de los derechos humanos en MĂ©xico. Con abundante documentaciĂłn de casos relativos a la violencia polĂtica en las zonas Norte y Selva de Chiapas, el documento afirma que «La impunidad sigue siendo la regla general para los violadores de los derechos humanos y partidarios del gobierno». TambiĂ©n sostiene que, en el caso de las autoridades estatales de Chiapas, se da «una prĂĄctica sistemĂĄtica de aplicaciĂłn discriminatoria de la justicia».
Al respecto, el mismo Jorge Madrazo, Procurador General de la RepĂșblica -y anterior Presidente de la ComisiĂłn Nacional de Derechos Humanos- ha señalado en mĂĄs de una oportunidad que la administraciĂłn de justicia en MĂ©xico atraviesa por una grave crisis de eficacia y credibilidad.
En su informe de 1996, AmnistĂa Internacional sostiene que en MĂ©xico hay decenas de prisioneros de conciencia condenados sin el debido proceso; que el año pasado hubo decenas de ejecuciones extrajudiciales, veinte detenciones-desapariciones y que las fuerzas de seguridad torturaron a centenares de detenidos, incluyendo menores, periodistas, miembros de minorĂas Ă©tnicas, defensores de los derechos humanos.
El 4 de mayo, el ComitĂ© contra la Tortura de la ONU criticĂł duramente el informe presentado por el gobierno mexicano, calificĂĄndolo de «teĂłrico, impreciso y carente de datos». El ComitĂ© «constatĂł con preocupaciĂłn la profunda dicotomĂa entre la ley y su aplicaciĂłn».
Similares reacciones provocaron en la opiniĂłn internacional las negativas y resistencias del gobierno mexicano a que la Academia Mexicana de Derechos Humanos recibiera subsidios de la UniĂłn Europea para monitorear el proceso electoral en el Distrito Federal.
Contribuyendo aĂșn mĂĄs al deterioro de su imagen internacional, el gobierno mexicano estĂĄ impulsando en el seno de la OEA una campaña para modificar los estatutos de la ComisiĂłn Interamericana de Derechos Humanos, a fin de impedir que las organizaciones no gubernamentales puedan presentar denuncias contra los gobiernos que violan los derechos humanos.
Por otro lado, si bien la histĂłrica visita del Presidente Clinton a MĂ©xico se interpretĂł como un respaldo del gobierno norteamericano al Presidente Zedillo -principalmente a su polĂtica econĂłmica-, los encuentros de Clinton con la oposiciĂłn y de Madeleine Albright con las organizaciones no gubernamentales de derechos humanos fueron señales de que la AdministraciĂłn norteamericana no es indiferente al proceso de transiciĂłn democrĂĄtica que se vive en MĂ©xico, ni a los nuevos actores polĂticos y sociales que lo impulsan. El Presidente Clinton elogiĂł tambiĂ©n los comicios de julio y sus resultados como un avance de ese proceso.
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AnĂĄlisis
El frĂĄgil y violento escenario de Chiapas nuevamente se vio desplazado por el acontecer polĂtico nacional. Y es que no era para menos. El reciente perĂodo electoral acaparĂł la atenciĂłn de los medios y de la opiniĂłn pĂșblica nacional, desde el inicio de las campañas al comienzo del año hasta estos dĂas posteriores a la elecciĂłn.
Sin lugar a dudas, los comicios electorales del 6 de julio pasado, y en esto coinciden autoridades federales, electorales, partidos polĂticos, organizaciones cĂvicas, observadores nacionales e internacionales, han sido los mĂĄs copiosos, transparentes, tranquilos y apegados a derecho en la historia moderna de MĂ©xico.
La jornada electoral que muchos califican de histĂłrica, ha arrojado un nuevo y significativo escenario polĂtico en el marco de la democratizaciĂłn del paĂs. Los avances de la oposiciĂłn, particularmente el PRD y el PAN en las gubernaturas de la ciudad de MĂ©xico y los estados de Nuevo LeĂłn y QuerĂ©taro respectivamente, asĂ como el aumento en sus posiciones en la cĂĄmara baja del Congreso, hablan de una nueva correlaciĂłn de fuerzas a nivel nacional y de un viraje importante que posibilita una nueva y mejor forma de hacer polĂtica en MĂ©xico.
En esta nueva configuraciĂłn plural, competitiva y equilibrada del espectro polĂtico nacional, reflejada particularmente en el Congreso, se podrĂa enraizar una nueva esperanza para dar un rumbo diferente a los principales problemas de la naciĂłn: la polĂtica econĂłmica tan cuestionada, el desempleo, la conflictividad social y por supuesto el proceso de paz en Chiapas.
Es comprensible que el acto electoral no tuviera en los estados de mayor marginaciĂłn, conflictividad y alta poblaciĂłn indĂgena como Chiapas, Guerrero y Oaxaca , la misma significaciĂłn que en el Distrito Federal, en donde los ciudadanos estrenaron su derecho a elegir a sus gobernantes.
La militarizaciĂłn, la violencia polĂtica, el deterioro de la calidad de vida y de la convivencia comunitaria, la indiferencia oficial respecto de las demandas indĂgenas plasmadas en los Acuerdos incumplidos de San AndrĂ©s, constituyen las preocupaciones primordiales de las comunidades indĂgenas de Chiapas.
Sus formas de vida y de gobierno, de organizaciĂłn social y administraciĂłn de la justicia, pasan por otros tiempos y otras lĂłgicas que las determinadas por las coyunturas electorales y el sistema polĂtico. El Estado mexicano tuvo la oportunidad de reconocer, comprender y respetar la realidad peculiar de los pueblos indĂgenas incorporando a la ConstituciĂłn los primeros Acuerdos firmados en San AndrĂ©s hace un año y medio.
Con esa cuenta pendiente, es comprensible que los pueblos indios de Chiapas hayan visto con indiferencia y escepticismo un proceso electoral al que sienten ajeno. Sin embargo, varios analistas señalan que lo ocurrido en Chiapas el 6 de julio pone en evidencia que no es posible avanzar en el proceso de democratización en México ignorando que en ese estado persiste un hondo y no resuelto conflicto.
Por otro lado, la crisis prolongada del proceso de paz ha contribuido a agudizar los efectos de la guerra de baja intensidad que ya lleva tres años. La creciente polarizaciĂłn y divisiĂłn al interior de las comunidades indĂgenas constituye el Ă©xito mĂĄs visible de la estrategia contrainsurgente. Ese Ă©xito no radica en el simple debilitamiento de las bases de apoyo del EZLN, sino en un daño mucho mĂĄs profundo y de mĂĄs largo plazo, ya que apunta a la destrucciĂłn misma de la cultura indĂgena en lo que ella tiene de mĂĄs genuino: la organizaciĂłn social, econĂłmica y polĂtica en torno a las relaciones comunitarias.
Al mismo tiempo, la polĂ©mica y accidentada jornada electoral, asĂ como sus cuestionables resultados, ha acentuado los antagonismos entre fracciones a nivel de las comunidades indĂgenas.
En este proceso de deterioro de la convivencia social y de radicalizaciĂłn de los conflictos ideolĂłgicos -ya sean partidarios o religiosos-, el gobierno del estado de Chiapas tiene una responsabilidad muy directa. Su estrategia de dilatar las mesas de negociaciĂłn para desgastar al interlocutor, de hacer jugar a la policĂa estatal un papel de acicate para agudizar los enfrentamientos entre civiles, o de condicionar la entrega de recursos a las comunidades a su adhesiĂłn al partido oficial, pone en evidencia su voluntad de hacer fracasar el proceso de paz. En este momento, la mayor debilidad de ese proceso es que las negociaciones sobre la zona Norte estĂĄn en manos del Ejecutivo de Chiapas.
Es necesario elevar el nivel de la negociaciĂłn y sacarla de los estrechos lĂmites del estado, para que el conflicto de Chiapas vuelva a ser un tema de la agenda nacional. Un fracaso del proceso de paz en Chiapas serĂa un mensaje peligroso en un MĂ©xico convulsionado donde el descontento social se expresa cada vez mĂĄs por medios violentos. En cambio, de destrabarse el proceso de paz, Chiapas podrĂa convertirse en un laboratorio de resoluciĂłn de los conflictos polĂticos por medios pacĂficos, y donde se consolidara una nueva relaciĂłn de la naciĂłn mexicana con sus pueblos indios. AsĂ lo expresĂł el diputado priĂsta de la COCOPA Jaime MartĂnez Veloz al dĂa siguiente de los comicios en «La Jornada»:
«En este momento de triunfo cĂvico, debemos recordar la deuda que hace unos dĂas nos recordaba, como lo ha hecho en los Ășltimos años, el EZLN: hay un compromiso con los mexicanos indĂgenas que debe cumplirse para hablar plenamente de madurez democrĂĄtica en MĂ©xico».
Pasada la euforia electoral, tanto el Ejecutivo federal como el nuevo Legislativo, con una COCOPA renovada, deberĂan abocarse a reanudar los esfuerzos negociadores para avanzar en la bĂșsqueda de una paz digna y justa en Chiapas.