ENFOQUE: Ejido de Tila, un ejemplo de lucha por la tierra y el territorio
24/02/2013ACTIVIDADES DE SIPAZ (De mediados de noviembre de 2012 a mediados de febrero de 2013)
24/02/2013«Vemos entonces que en el trabajo con la juventud y con las mujeres pues hay mucho que hacer, falta mucho por andar.»
Los días 22 y 23 de enero de 2013 se celebró el encuentro anual de las personas, organizaciones y procesos, que recibieron en los años anteriores el Reconocimiento jTatic Samuel jCanan Lum. Dicho Reconocimiento, fue creado en 2010 por organizaciones de la sociedad civil en homenaje a la trayectoria del obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas, Samuel Ruiz García, fallecido hace 2 años. Toma su nombre del cargo de Jcanan Lum (cuidador del pueblo y de la tierra) que en 1999 le otorgaron las comunidades tsotsiles, tseltales, tojolabales, zoques y ch’oles.
Este año, el encuentro buscó propiciar la reflexión colectiva y el aprendizaje mutuo respecto a las dificultades compartidas a la hora de involucrar más a las mujeres y a los jóvenes en los procesos sociales que apuestan al cambio social.
Aunque ambos grupos padecen en buena medida de retos similares, el tema de la juventud fue el que desató más debate ya que, en cierto sentido, los jóvenes representan un fenómeno relativamente nuevo en las comunidades indígenas y campesinas en Chiapas. Aunque suene extraño, hasta hace poco, había muy poco tiempo para «ser joven» dado que lo corriente era que la gente se casara antes de los 16 años, y se avocara al trabajo en el campo o en la casa a muy temprana edad.
No obstante, las cosas han ido cambiando por múltiples factores, en un primer lugar vemos el aumento en el tiempo de escolarización (hasta la secundaria e incluso la universidad). Otro elemento es la creciente omnipresencia de la radio, la televisión e incluso medios sociales que despliegan otros modos de relación con el mundo y con los demás. Un joven que participó en el Encuentro en representación del Pueblo Creyente aseveraba: «hoy nos encontramos con que la industria se ha encargado de crear un sinnúmero de distracciones y atracciones para estas edades. A esto le sumamos que la educación en las escuelas es de mala calidad. Además los medios de comunicación se encargan de difundir y promover una vida con todas las comodidades, con el menor esfuerzo posible, urbanizada, que lleva de fondo la idea de desaparecer la vida en el campo. Esta propuesta que seduce y engulle como la serpiente tentadora a los jóvenes logra muchas veces enajenarlos de su historia y cultura, los hace ver cómo único futuro una profesión que nada tiene que ver con su realidad campesina e indígena, logrando incluso que se avergüencen de su familia, su comunidad y su persona misma, con el pretexto de que ese pensamiento es moderno y aporta al desarrollo».
Un último factor que se enfatizó fue el de la migración, con migrantes cada vez más jóvenes que al regresar a sus pueblos son cuestionados por haber perdido su cultura y costumbres, a la vez que son acusados de ver con malos ojos a los trabajos colectivos y volcarse a intereses más individualistas y superficiales.
Resulta muy difícil para los jóvenes hallar su lugar en estas nuevas realidades, tanto en la ciudad como en el campo. Esto podría explicar el incremento de suicidios de jóvenes a lo largo del estado. Pesando, en particular, la falta de perspectivas laborales. La crisis del campo quitó perspectivas de supervivencia a muchos, sin importar edades. En el ámbito rural, dada la falta de tierra, los hombres ya no acceden automáticamente a la posición de ejidatarios. Tienen que esperar a que su padre les ceda su lugar, lo cual no beneficiará necesariamente a la totalidad de sus hijos (menos aún sus hijas muchas veces excluidas de los derechos ejidales). Todos estos factores explicarían que muchos jóvenes «no encuentran ninguna conexión entre el pasado y el presente, por lo tanto que muy poco o nada tenga que aportar a la construcción de una sociedad más justa, porque ni siquiera son capaces de descubrir las injusticias y barbaridades del actual sistema». La participación de mujeres jóvenes será aún más difícil al juntar dos características que pueden conllevar una forma de exclusión.
Los participantes en el Encuentro Jcanan Lum 2013 afirmaron que «la realidad nos exige que nos unamos en la diversidad y aprendamos unos de otros», hombres y mujeres, jóvenes y ancianos. Identificaron varias experiencias y aprendizajes en los que pararse ante un futuro adverso: la fuente de inspiración y esperanza desde la fe y la sabiduría de los ancestros y ancianos; la capacidad de tomar conciencia y hacer que otros también lo hagan; la capacidad de reunirse, escucharse, tomar acuerdos que crean alternativas; la necesidad de suspender los juicios hacia otras y otros. Se hablaron mucho de actitudes como la «paciencia activa» que plantearon integrantes de la Coordinación Diocesana de Mujeres (CODIMUJ) y la importancia de dar el ejemplo que propician estos cambios micros que lo pueden acabar cambiando todo.
El evento se cerró sin desanimo alguno sino con compromisos reforzados: «Como pueblos caminantes somos invitados a escucharnos, acompañarnos y animar nuestros corazones fortaleciendo nuestros trabajos diarios en armonía: hombre y mujeres de todas las edades en actitud de servicio, reconociendo el propio ser que nos conduce a la Gran Ceiba, donde las estrellas de la esperanza anidan en sus ramos que ya florecen».