ENFOQUE: MÉXICO – Libertad de expresión bajo ataque
29/11/2018Actividades de SIPAZ (De mediados de agosto a mediados de noviembre de 2018)
29/11/2018El 19 de octubre de 2018 marcó un día en el que el éxodo migrante, conocido popularmente como la caravana migrante, visibilizó el fenómeno social migratorio de Centroamérica de una manera imprevista.
Las imágenes emblemáticas de varios miles de hombres, mujeres, niños y niñas ante las puertas de la frontera sur de la república mexicana dieron la vuelta al globo y se convirtieron rápidamente en noticia mundial.
Los hechos de ese día, en el que el puente del río Suchiate se convirtió en un escenario de desesperación, miedo y desgaste, se dieron después de la obstrucción del paso a la movilización masiva de migrantes por cuerpos policiacos federales en la valla mexicana en el punto fronterizo de Tecún Umán, Guatemala, y Ciudad Hidalgo, México. Al generarse una confrontación, “cuerpos antimotines lanzaron gas lacrimógeno contra las personas, principalmente mujeres, niñas y niños, como una acción de control desproporcionada, que les obliga a replegarse hasta dejarlos obstruidos detrás de la valla de contención en el propio puente para evitar su paso,” según la documentación de la organización Voces Mesoamericanas. Al verse atrapados en el puente durante horas, sin ayuda humanitaria, algunos decidieron lanzarse al río para continuar su pesado y peligroso camino a los EE.UU. Un camino, que les llevó a recorrer aproximadamente 4 mil kilómetros por territorio mexicano, hasta que un primer contingente de alrededor de 5.000 migrantes logró alcanzar a finales de noviembre la ciudad fronteriza de Tijuana, Baja California.
La desesperación y angustia entre los migrantes en los albergues del norte aumenta día con día: La lentitud del procesamiento de las miles de solicitudes de asilo para poder ingresar a los EEUU y la línea dura de Trump que dicta que los solicitantes deberán esperar en territorio mexicano hasta que los tribunales migratorios decidan sobre sus casos, podría prolongar su estado de incertidumbre por meses. Esto desbordó, el 26 de noviembre de 2018, en una movilización de alrededor de mil migrantes que trató de cruzar a la fuerza la valla entre ambos países y causó un enfrentamiento entre patrullas fronterizas de EEUU y los migrantes en el que se usaron gases lacrimógenos. Una dolorosa repetición de los acontecimientos en la frontera sur. Ante estos dramáticos acontecimientos surgió la pregunta sobre qué factores llegaron a empujar a esta cantidad creciente e incontrolable de personas a huir de sus tierras.
Analizando el punto de partida del éxodo, la ciudad de San Pedro Sula en Honduras, destaca el contexto de violencia y pobreza: De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas hondureño el 48% de la población vive en una situación de pobreza. San Pedro Sula se ha mantenido además durante los últimos nueve años en el ranking elaborado por la organización Seguridad, Justicia y Paz de las 50 ciudades más violentas del mundo, ocupando en el 2015 el triste primer lugar por cuatro años consecutivos.
Este contexto encaja en un panorama nacional que el sacerdote jesuita hondureño y líder opositor en su país, Ismael Moreno Coto, describe cómo una “olla de presión”. El pueblo hondureño se confronta a un gobierno que “abandonó las políticas públicas sociales y las ha sustituido con programas de compensación social, al tiempo que consolida el modelo de desarrollo basado en la inversión en la industria extractiva y en la privatización y concesión de los bienes comunes y servicios públicos.” Tomás Hirsch, político chileno e hijo de migrantes alemanes, destacó en el séptimo Foro Social Mundial de las Migraciones 2016 en Sao Paolo, Brasil, estos mismos factores de empuje de la migración: la pobreza y violencia. Describe que “las tesis que sostenían que la globalización económica, por simple acción del mercado elevaría el nivel de vida de los más pobres, fracasaron.”
Hirsch elabora que la incomparable acumulación y concentración de riqueza y poder que permite nuestro sistema económico es responsable de la desigualdad y, derivado de eso, de la violencia emergente en los países del Sur. Para él, es innegable “que los países de la llamada economía ‘libre’, forjaron su riqueza promoviendo guerras de expansión, colonizando y neo colonizando, dividiendo naciones y regiones, recaudando en base a la discriminación y la violencia y absorbiendo mano de obra barata a costa de imponer términos de intercambio desfavorables para las economías más débiles.”
En este contexto, se debe mencionar el gran papel que han jugado los EEUU al intervenir masivamente en la política, la economía y las decisiones militares en Honduras “en conjunción con intereses de las oligarquías políticas y económicas de ese país.”, como describen Carmen Fernández Casanueva, Lindsey Carte, y Lourdes Rosas en un análisis para Animal Político. Afirman que desde el golpe de estado en 2005 la influencia estadounidense se fortaleció para “favorecer sus propios intereses y fomentar la corrupción y el poder del narcotráfico en el país.”
Varios testimonios de los migrantes reflejan la violencia endémica en sus países de origen, en la que la delincuencia juvenil, el narcotráfico, extorsiones y asesinatos por las bandas organizadas, “las maras”, es una realidad a la que se enfrentan a diario. Mario Castellanos, un niño de doce años que decidió enfrentar el camino solo, fue entrevistado por varios medios durante su recorrido y relató, como “en Honduras uno sufre.” Al ser preguntado por sus motivos de unirse a la caravana cuenta que lo “querían meter en una pandilla”, pero él no quería involucrarse. La joven Dayana Ávila, de 26 años, que dejó a su hijo de tres años con su madre en Honduras, cuenta como quedó embarazada al ser violada por “unos mareros”. Para que no denunciara a sus agresores, fue víctima de constantes amenazas de muerte. “Con el dolor de madre tuve que irme”, ya que busca ganar dinero para una operación que necesita su hijo que padece de epilepsia.
El conjunto de estos factores son la razón por la que para Moreno Coto la población hondureña “ha dejado de confiar en los políticos, en el gobierno y en la alta empresa privada. (…) Se van como expresión extrema de la decisión de la población de tomarse la justicia por su propia mano.”
Justo en esa búsqueda de una vida mejor se han embarcado miles de personas, siendo difícil tener números exactos, ya que cada día se reportaban más y más personas tratando de unirse a la marcha colectiva hacia el norte. A finales de octubre ya se hablaba de varias “caravanas”, representando alrededor de 10 mil personas cruzando territorio mexicano, un movimiento que según Moreno Coto “ha desbordado a las iglesias, a los sectores de la sociedad civil, a las ONGs y a los gobiernos”, pero al que “se responde con sencillos gestos solidarios, generosos y espontáneos por parte de la gente que ve a los migrantes pasar.”
El éxodo migrante, mayoritariamente formado por hondureños, pero también salvadoreños, guatemaltecos y nicaragüenses, ha expuesto la “realidad cotidiana” que es la migración. Moreno Coto estima que el mismo número de migrantes que partieron en un solo día hubieran llegado a salir en menos de un mes. “Ha sido la caravana silenciosa, asolapada, discreta, privada, invisibilizada y hasta vergonzante que con esta explosión se ha convertido en una caravana visible, pública y hasta dignificante.”, resume.