Actividades de SIPAZ (Julio – Septiembre de 2004)
30/09/20042004
31/12/2004
Domingo 21 de noviembre: amanece el día nublado y lentamente empieza a llenarse la calle de gente que se va juntando frente a la entrada de la base militar de Fort Benning en Columbus Georgia, EEUU. En pocas horas nos congregamos alrededor de 16.000 personas. Todos portan una cruz blanca en sus manos. En ella se puede leer el nombre de una persona latinoamericana, con su edad y el lugar de su muerte. Tengo en mis manos una cruz blanca con el nombre de Lorenzo Gómez Perez, víctima de la masacre de Acteal, el 22 de diciembre de 1997 en Chiapas. A las 10 de la mañana empieza la marcha, dirigiéndose lentamente hacia la entrada de la base. Desde el podio, algunos cantan con melodía gregoriana los nombres de miles de víctimas, niños, niñas, ancianos, jóvenes, hombres y mujeres. Las 16.000 voces contestan con un ¡PRESENTE!, y por más de dos horas marchamos lentamente hasta llegar a poner todas nuestras cruces en la malla de la entrada de la base.
Esta es la manifestación que anualmente se realiza contra la Escuela de las Américas (SOA) para denunciar la existencia de esta institución dedicada a entrenar soldados en toda América Latina. En la actualidad, cambió su nombre y es llamada oficialmente Western Hemispheric Institute for Security Cooperation WHISC (Instituto Hemisférico de Cooperación para la Seguridad). La Escuela fue fundada en Panamá en 1946 por el ejército de EEUU para ayudar a los gobiernos latinoamericanos a promover la «estabilidad» y la «democracia» en sus países respectivos, y fue traslada en 1984 a Fort Benning, Georgia, EEUU. Sin embargo, pronto perdió credibilidad cuando se denunció que sus graduados habían contribuido a establecer al menos 10 dictaduras militares y que varios habían participado en asesinatos, masacres y violaciones de derechos humanos en América Latina.
Uno de los casos más estremecedores y conocidos fue el asesinato de los seis padres Jesuitas, su asistente y su hija ocurridos en El Salvador en 1989. La Comisión de la verdad de la ONU estableció que 19 de los 27 soldados involucrados en la masacre eran graduados de la Escuela de las Américas. Lamentablemente, éste es uno de los tantos sucesos del mismo tipo sufridos en otros países como Honduras, Guatemala y Perú.
Los manuales de la Escuela publicados en 1996 demostraron que en esta institución se enseñó y adiestró a los soldados en técnicas de tortura física y psicológica, de interrogación, contra insurgencia, Guerra de Baja Intensidad, así como en cursos de francotirador, o de operaciones de comando (Centro de Investigaciones Económicas y Políticas de Acción Comunitaria-CIEPAC).
En sus primeros 50 años de funcionamiento México envió pocos estudiantes a la Escuela de las Américas. Sin embargo, en la última década su participación se ha ido incrementando hasta que en el 1997, una tercera parte de los que se graduaron de la escuela eran mexicanos. Por lo menos 18 militares de posiciones altas en Chiapas, Guerrero y Oaxaca obtuvieron su entrenamiento en dicha escuela.
Pero la protesta de este año no solo estaba dedicada a denunciar las consecuencias de esta escuela en América Latina, sino también la situación de los miles y miles de soldados estadounidenses que participan en la guerra de Iraq. La madre de un soldado desparecido en la guerra compartía la necesidad de ver en cada soldado muerto no solo una ‘baja de guerra’ sino una persona en su contexto social, con familia, amigos, trabajo, etc…
Entre los activistas había de todo: monjas, punks, estudiantes, veteranos de guerra (muchos de Vietnam), sindicalistas, niños y niñas. Cada año el acto de desobediencia ha consistido en «cruzar la línea». Antes significaba literalmente pasar una línea dibujada en el piso que marcaba la entrada a la base, lo cual está prohibido y por tanto, hacerlo implicaba ser detenidos. Este año era necesario saltar la valla que impide la entrada a la base. Se detuvieron a veinte personas, quienes por su acto de desobediencia civil, entrar a la base y oponerse a la política de su gobierno, deberán cumplir entre 3 y 6 meses de prisión. Desde 1990, fecha en que se inició la protesta, 170 activistas han sumado juntos 85 años en la cárcel por protestar en contra de esta escuela y de su política, entre ellos destacan muchas monjas.
Para mí, esta protesta era la última parte de una gira de tres semanas en los EEUU que apenas inicié dos días después de las elecciones presidenciales. Era la primera vez en muchos años que regresaba a este país y el paso por la migración fue una experiencia extraña y atemorizante, no solo por la cara desagradable de la oficial, sino también por la toma de huellas indíces y la foto de mi rostro. Era solo el inicio de mi viaje al autodenominado país de la libertad.
Pero lo más angustioso fue encontrar a los amigos estadounidenses decepcionados y tristes tras los resultados electorales y la reelección de Bush como presidente para los próximos cuatro años. Muchos habían decidido participar y realizaron grandes esfuerzos para lograr acabar con la opción belicista que representa Bush. Alguien me dijo que había sido la primera vez que participaba en las campañas porque no aguantaba la idea de vivir 4 años más con el presidente George W. Bush. También alguna gente se fue a Florida para trabajar en la campaña demócrata para evitar un fraude como el de las pasadas elecciones. Finalmente, no se consiguió el resultado deseado.
Una de las cosas que más me sorprendió fue comprobar la polarización existente dentro de la sociedad norteamericana, agudizada por la coyuntura electoral. En la protesta había gente con playeras y pins con el texto «Protestar es un acto Patriótico». No entendí el significado de esta expresión hasta que una amiga me explicó: «Los republicanos tienen el monopolio de la palabra ‘patriotismo’. Cuando protestamos contra nuestro gobierno pareciera que estamos en contra de nuestra patria. Para nosotros es importante demostrar que nuestra protesta no sólo es un derecho democrático sino que al hacerlo estamos ejerciendo la democracia necesaria para que puede existir nuestro país».
En este contexto conocí dos historias que pueden ejemplificar esta polarización. Una niña, de once años, en su escuela expresó su opinión frente a la guerra de Iraq diciendo: «ya murió tanta gente, y tanta gente inocente que sería mejor si las tropas regresaran». La maestra la castigó obligándola a quedarse en el rincón del aula. Por otro lado un profesor de universidad, me contó que tras dar un discurso en contra de la guerra de Iraq en televisión ha sido presionado para que abandone su puesto.
Después de ver esta situación, tan difícil de entender desde lejos, lo único que me reconfortó fue conocer a tanta gente que está luchando por un cambio desde su propia sociedad. Pude encontrar diferentes personas que dedican parte de su tiempo a organizaciones que trabajan en contra de la injusticia económica, social y política. Esta lucha contra la política del gobierno estadounidense desde sus propios ciudadanos forma parte del movimiento global que trata de realizar el sueño de otro mundo posible. Admiro a todo esta gente así como a las 16.000 voces que viajaron a Fort Benning, para recordar en una marcha a todos los asesinados por la SOA gritando NO MAS, NO MORE…..
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No mas, no more shout the hills of Salvador Echo the voices of the world we cry out No Mas No more No mas No more –we must stop the dirty wars, Compañeros compañeras we cry out, |
gritando desde las montañas de El Salvador El eco de las voces del mundo, gritemos No mas no more no mas no more – debemos parar las sucias guerras Compañeros compañeras gritemos |
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