2010
03/01/2011ACTUALIDAD: Movilización nacional contra la violencia
29/04/2011Desde el pasado 26 de enero, yace en el altar de la catedral de San Cristóbal de las Casas. Miles de personas de todas las edades, clases sociales o color de piel, se acercaron a despedirse de su jtatic o jtotic («Padre» en lenguas tseltal y tsotsil). Don Samuel Ruíz García, obispo emérito de la diócesis de San Cristóbal (de la que fue su titular entre 1959 y 1999), falleció el 24 de enero de 2011 en un hospital de la Ciudad de México. Sus restos fueron trasladados a San Cristóbal el 25 de enero por la madrugada, el mismo día en que celebraría sus 51 años de ordenación episcopal.
Figura clave de la teología de la liberación con una clara opción por los pobres, jugó un papel importante en la toma de conciencia y consolidación de procesos organizativos de los pueblos indígenas de Chiapas, en particular después del Congreso Indígena de 1974. Samuel Ruiz García fue también mediador en varios conflictos latinoamericanos, en especial en el conflicto de Chiapas entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el gobierno federal; o en 2008, junto con otros intelectuales mexicanos, entre el Ejército Popular Revolucionario (EPR) y el gobierno de Felipe Calderón.
En una salida a comunidades después de su muerte, recibimos muchos testimonios de personas conmovidas por la muerte de Don Samuel también conocido entre las mismas como «El caminante» por haber recorrido su diócesis innumerables veces. Por ejemplo, «Vino acá, estuvo con nosotros acá en esta comunidad varias veces, lo conocí y como él es muy defensor de los pobres y demás él estuvo 3 o 4 días acá. Nunca tuvo miedo, se enfrentó al problema y con los pobres… Sufrió con nosotros, también estuvo amenazado por el gobierno igual a nosotros solo porque defendemos el derecho… Apoyó a muchas comunidades, no solo comunidades, todo México. No hizo distinción, hizo todo parejo Don Samuel Ruiz» (testimonio de Sebastián en Jolnixtié, zona baja de Tila).
En el entierro de Don Samuel, la sociedad civil las Abejas dio también un testimonio en la que muchas otras voces podrían encontrar un eco en el sentido de rescatar todo lo que sembró: «Jtotik Samuel, te vas, pero te quedas en nuestro corazón. Te vas, pero los frutos de tu trabajo aquí seguirán dando más frutos. La Organización Las Abejas es un ejemplo de esos tantos frutos de tu trabajo. Gracias Jtotik Samuel ya no caminamos encorvados. Ya no bajamos la cabeza al «poderoso», gracias a ti.»
Más allá de Chiapas, fue conocido y reconocido mundialmente, incluso desde distintas confesiones, como referente de una iglesia sencilla, participativa, autóctona, fraterna, servidora de lo humano en su contexto más amplio, testimonio de esperanza aún en la oscuridad en que podemos sentirnos sumergidos en la actualidad. Desde distintas partes del país y del mundo, llegaron expresiones de pésame, y el reconocimiento por sus aportes en materia de derechos humanos, paz y diálogo interreligioso en el contexto local, nacional e internacional.
Muchos han hablado de su propia conversión al llegar a Chiapas y descubrir la situación de marginación en la que se encontraban los indígenas en el estado. A través de la fuerza de su testimonio en las múltiples veces que dio la vuelta al mundo, ayudó a otras y otros a abrir los ojos no sólo sobre la realidad de los pueblos indígenas de Chiapas, de México o América Latina, sino sobre la de los oprimidos y excluidos en países aparentemente más opulentos. Su caminar puso a andar a muchas y muchos otros sobre la huella de esa misma revelación.
Desde su propia fe, posición y carisma, trascendió como referente ecuménico e interreligioso. En este plano, como SIPAZ, hemos compartido con él diversos espacios: actividades del Peace Council, Encuentros Ecuménicos realizados en Chiapas en 1997 y 1998, Encuentro Interreligioso por la Paz realizado en Chiapas en 1999, creación de la Escuela Bíblica (que llegó a convertirse en la actualidad en el Instituto de Estudios Interculturales), entre otros.
En noviembre de 1999, para el 75º cumpleaños de Monseñor Ruiz (edad de renuncia obligatoria para los obispos católicos), SIPAZ promovió una iniciativa que permitió que cerca de 300 líderes religiosos de 26 países se unieran para emitir un pronunciamiento por sus «40 años de ministerio profético y pastoral».
El pronunciamiento, titulado «Escojan la Vida», fue respaldado por distintas denominaciones cristianas, así como por líderes de las religiones judía, musulmana y budista. Allí se leía: «Dios nos ha bendecido, elevando de entre nosotros a líderes profundamente arraigados en su pueblo, que aprovechan estos tiempos críticos para convertir la oscuridad en luz, el miedo en coraje, y la desesperación en esperanza. Para nosotros Samuel Ruiz ha sido uno de estos líderes. (…) Nosotros nos sentimos llenos de gratitud y humildad por la visión de liberación que el pueblo de Chiapas ha proclamado proféticamente. Eso nos ha hecho mirar nuestras propias vidas de una manera distinta. (…) Siempre guiando desde adentro mismo de su pueblo, él ha articulado una perspectiva que resuena como una de las verdades más profundas que conocemos: que el Dios de la Vida nos llama a la justicia, la misericordia y la humildad, y que sólo escogiendo la vida conoceremos la verdadera liberación y la alegría».
Esta expresión de apoyo internacional, ecuménica e interreligiosa hacia el obispo de un remoto lugar como es Chiapas, ilustra como Don Samuel se convirtió en un símbolo de esperanza para mucha gente. Como SIPAZ, rescataríamos 5 elementos de su acción que pueden seguir inspirándonos.
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Un llamado a la humildad, a la congruencia y al cambio personal: Don Samuel nos enseñó que la verdadera espiritualidad, muy distinta del espiritualismo, debería incluir tanto lo interno como lo externo. Nos enseñó no nada más en palabras sino desde su propia forma de ser, humilde, a mirar no sólo al Cielo, sino hacia abajo y hacia adentro. En una homilía de enero de 1994, Don Samuel dijo: «Es urgente una conversión personal y un cambio profundo en la estructura de la sociedad, porque no se da una cosa sin la otra.»
- Paciencia y capacidad de escuchar al otro y la otra, dándole peso a su palabra independientemente de su edad, género, estatuto social o confesión de fe. Tal vez sea algo que haya aprendido de las comunidades indígenas, donde también se le da espacio a la palabra para tomar acuerdos. Don Samuel aprendió y habló muchos idiomas, occidentales e indígenas. Sabía reconocer en todos y cada uno un ser, un sujeto más que un objeto, algo que enfatizaba mucho cuando hablaba de los pueblos indígenas. Propiciaba la participación de todas y todos, hombres y mujeres, religiosos y laicos.
- No violencia activa: En su carta pastoral «Una nueva hora de gracia» (2004), planteó «Luchar por la paz significa no sólo oponerse a la guerra o tomar una posición pacifista simple; sino tomar una posición integral que, pasando por cuestionar al sistema capitalista neoliberal, nos interpele también en la justificación de la violencia, como si fuera ésta el único camino para enfrentar la injusticia. Al reflexionar seriamente la posición del propio Cristo, que proclamó su mandamiento nuevo de amar al prójimo como él nos amó y de amar inclusive a nuestros enemigos, se concluye que es la no-violencia activa, la real alternativa para construir una sociedad donde quepan todas y todos, sin que se tenga que sacrificar a nadie para conservar la paz y el orden».
- No tener miedo: Don Samuel se mantuvo firme en medio de las críticas, señalamientos y agresiones (incluso física) en contra de su persona o de la diócesis. Nos enseña que a pesar de todo, no debemos de tener miedo sino afrontar las consecuencias de las opciones que debemos de asumir como cristianas y cristianos frente a la realidad violenta que nos rodea. En la carta pastoral «Una nueva hora de gracia», Don Samuel escribió: «Jesús nos llama a ser sus defensores aunque en ello tengamos que recorrer su propio camino: el de la Cruz. La pregunta que Dios nos hará al final de nuestra existencia será: ¿De qué lado estuvimos? ¿A quién defendimos? ¿Por quién optamos?. Preguntas que nadie, ni los poderosos, podrán eludir al final de su vida».
- Mantener la esperanza en alto a pesar de los pesares: La lectura de las «señales de los tiempos» muchas veces puede llevarnos a las desesperanza, al desánimo o a mantenernos pasivos. Lo que admiramos siempre en Don Samuel fue su capacidad de seguir viendo señales de luz en medio de tanta oscuridad. En la entrevista que realizó Don Samuel con Jorge Santiago en 1996 afirmaba: «Creo que los hombres de fe, entendidos así, que se dejan llevar por la iluminación, que están dispuestos a caminar y a partir, aunque no haya claridad en ese momento, pero sabiendo que la luz está ahí, la percibirán y mirarán el panorama, pues esta luz ofrece no solamente la tranquilidad, sino también una esperanza firme hacia el futuro». En su carta pastoral ya mencionada, Don Samuel decía «Se visualiza con esperanza la fuerza globalizadora de los excluidos, que no aceptan que este sistema sea el definitivo, sino que vehementemente expresan que otro sistema, donde la justicia y la verdad resplandezcan, es urgente, y posible».
Pablo Romo (colaborador de Don Samuel en distintos espacios, actualmente integrante de Servicios y Asesoría para la Paz – Serapaz), nos hacía un comentario hace unos años sobre el lema de Francia: «Libertad, igualdad, fraternidad». Decía, los países del Occidente le han aportado a la humanidad mucho en clave de «libertad«; los del Este, en clave de igualdad; los del Sur son quienes ahora nos llaman a repensarnos como hermanos y hermanas, fraternos, como única forma de salvar a la humanidad de sí misma. En la carta pastoral «Una nueva hora de gracia», Don Samuel escribía: «los pobres y los pueblos indios, son exponente claro de la toma de conciencia de la identidad étnica y cultural opuesta a la homogenización, a la que nos conduce la globalización actual: ellos son los actores eficazmente presentes en la transformación de varios países del continente; ellos están inyectando una dosis de «valor comunitario» a un sistema infectado de un nocivo individualismo, ellos enarbolan la bandera de la dignidad humana y del derecho individual y colectivo, denegado por este sistema neo-liberal; ellos son el tronco que conserva la esperanza de la construcción de una sociedad alternativa, fundada en el reconocimiento y respeto a la diferencia, y son «el resto» que contiene una visión que mira la diversidad, como un conjunto de nuevas riquezas y potencialidades para el desarrollo humano».
Para SIPAZ, Don Samuel, los pueblos indígenas de Chiapas, han sido rostros de esperanza que nos han permitido reconocer que no sólo es «urgente«, sino también «posible» construir un nuevo mundo verdaderamente «fraterno«.