ENFOQUE: LA TIERRA NO AGUANTA MÁS
04/12/2017Actividades de SIPAZ (De mediados de agosto a mediados de noviembre de 2017)
04/12/2017El 7 de septiembre de 2017 un sismo de 8,2 grados en la escala de Richter devastó Oaxaca, afectó la zona del Istmo de Tehuantepec y parte de Chiapas, especialmente la Costa: los dos estados más pobres del país.
Doce días después, otro sismo de 7,1 grados, sacudió la ciudad de México y los estados de Puebla, Morelos, Hidalgo, Tlaxcala, Guerrero y Oaxaca nuevamente. Ambos sismos dejaron a centenares de víctimas mortales, millones de damnificados, viviendas, escuelas, hospitales, iglesias y negocios parcialmente o totalmente destruidos.
En total, 467 personas perdieron la vida (98 el día 7 y 369 el día 19) y más de 250 mil personas se quedaron sin casa. Según la revista en línea Animal Político, la entidad con viviendas más afectadas fue Oaxaca, con 63 mil 336, de las que 21 mil 823 sufrieron daño total (es decir el 34%). Además, las miles de réplicas acabaron de destruir los edificios los más frágiles y mantuvieron a la población en un estado de angustia y pánico constante.
Tal como lo explicó Blanche Petrich, periodista de la Jornada, en el documental El Dolor y la Esperanza sobre los primeros días tras los acontecimientos, el “contraste entre la capacidad organizativa de la sociedad y la lentitud e inoperancia de las autoridades” para reaccionar ante esas catástrofes naturales fue flagrante. (Ver Análisis)
Frente a la situación de emergencia, la sociedad civil reaccionó de inmediato sin esperar la intervención del gobierno. Cadenas humanas se formaron instantáneamente, con gente de todas las edades y de diversas ocupaciones convergiendo en un reto único: remover los escombros para rescatar a las y los que habían quedado atrapados. Desde la mañana siguiente al primer sismo, la sociedad civil empezó a recolectar víveres, medicinas, ropa y productos de primera necesidad. Se multiplicaron los centros de acopio y las iniciativas de transporte solidario y entrega directa a las y los afectados.
En Oaxaca, artistas como el pintor Francisco Toledo, intelectuales, colectivos y demás integrantes de la sociedad civil construyeron unas 30 cocinas comunitarias para que la gente, a partir de las donaciones recibidas, cocinara sus guisos tradicionales y se alimentaran. Esta iniciativa se repitió también en la Costa de Chiapas. Se improvisaron campamentos para los damnificados, organizándose entre ellos mismos para efectuar rondas de vigilancia. La ayuda ciudadana no solo fue entre la población afectada sino que llegó de toda la República, de organizaciones civiles e incluso de otros países. Los sismos han enlazado amistades y fortalecido la hermandad.
Se realizaron Misiones civiles de observación a iniciativa de organizaciones de derechos humanos tanto en Oaxaca como en Chiapas. Además de evidenciar la falta de coordinación gubernamental en la distribución de la ayuda humanitaria y el uso discrecional de los escasos recursos permitieron recalcar que ante la grave situación de desastre provocada por el sismo las personas afectadas son titulares de derechos, no objetos de ayuda, y por ello su voz debe ser escuchada en primer lugar durante esta etapa de respuesta y la futura etapa de reconstrucción y recuperación.
La solidaridad estudiantil se manifestó por su parte en el marco de la misión “aprender del desastre”. Jóvenes estudiantes de la región del Istmo así como de Ayotzinapa y de la Ciudad de México participaron en las acciones de recolección y entrega de víveres. Estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en arquitectura se movilizaron para capacitar a los damnificados en la construcción de yurtas (refugios propios de los nómadas) con el fin de que tengan cobijos temporales.
Los familiares de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa también se solidarizaron con las y los damnificados de los sismos denunciando que “los sismos, al igual que el gobierno, nos quieren aplastar y desaparecer. […] Pese a esta arremetida de la naturaleza y de un poder impúdico, tenemos en México una fuerza muy grande expresada en la solidaridad de miles de mexicanos […]. Es el gran movimiento de ciudadanos que nos ha dado la fuerza para romper el muro de la impunidad y resquebrajar un sistema de justicia obtuso […]”
Los sismos afectaron particularmente a las y los niños quienes fueron despertados de forma brutal en la noche del 7 de septiembre. Además, el cierre de más de 5.000 escuelas durante varias semanas, por presentar diversos daños, dejó a una multitud de alumnos sin clases. Con el fin de apoyarlos ante esas experiencias traumatizantes se organizaron brigadas para realizar talleres catárticos. En varias ocasiones, el arte fue empleado como vehículo. Psicólogas, maestros y expertas en desarrollo de la infancia compartieron informaciones y técnicas para ayudar a las y los pequeños a desalojar de sus cuerpos y de sus corazones el susto que tenían atorado. Se organizaron talleres de dibujo para que expresaran lo vivido y superaran sus miedos. Compañías teatrales, tales como los Zapayasos en Chiapas, visitaron comunidades afectadas, presentaron obras e impartieron talleres con fin de mitigar el estrés post sismo.
Maestros y padres de familia oaxaqueños decidieron no esperar la llegada de los expertos del Gobierno estatal e improvisaron escuelas en las zonas de desastre. Con carrizo, lámina y madera se pusieron a construir aulas provisorias para que las y los estudiantes reanudaran sus clases lo antes posible. Este tipo de iniciativa se replicó en varias comunidades afectadas tanto en el estado de Oaxaca como en el de Chiapas, donde las autoridades de Protección Civil se demoraron en llegar generando incertidumbres respecto a cualquier reconstrucción.
Frente a la gran tragedia de los sismos, una gran fuente de esperanza ha sido el inmenso apoyo y solidaridad por parte de la sociedad civil. “Sorprende a brigadistas extranjeros solidaridad en México tras sismo”, es el título de un reporte de Aristegui Noticias. En este vídeo, el capitán de rescate de España atestiguó que “todo el mundo entrega lo poco que tenga para los afectados y para los que están trabajando (…) y que es increíble la movilización que han tenido.” La lección que la mayoría recordará es la prueba de que la reconstrucción desde los mismos pueblos es posible, sincera e inmediata.