ACTIVIDADES DE SIPAZ (De principios de abril a finales de junio de 2016)
02/08/2016ENFOQUE: la reforma educativa y la lucha magisterial – Claves para entender las movilizaciones
02/08/2016Miles de mujeres juntas en las calles, ropa violeta, mantas y consignas por doquier. Mítines, actuaciones musicales, performances y talleres. Todo ello y mucho más tuvo lugar el 24 de abril, cuando en cerca de 40 ciudades de la República mexicana contingentes de mujeres se movilizaron tras una convocatoria masiva por las redes sociales. El objetivo, visibilizar, cuestionar y denunciar diferentes formas de violencia machista que viven las mujeres diariamente en un país en el que, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), siete mujeres son asesinadas cada día.
También conocida como primavera violeta o #24A, esta jornada de movilizaciones denunció desde las formas de violencia más sutiles -que frecuentemente ni son percibidas como tal- como puede ser un saludo lascivo en la calle, hasta sus ejemplos más extremos como los feminicidios. Entre ambas, un amplio abanico de escenificaciones: el acoso callejero, la cosificación del cuerpo de las mujeres en los medios y en la publicidad, los estereotipos en telenovelas y películas, la violencia gineco-obstétrica como esterilizaciones o tratos inhumanos en embarazos y partos, la criminalización de las mujeres que abortan, la discriminación hacia las personas no heterosexuales, el odio hacia las feministas, la transfobia, las agresiones sexuales o las violaciones, seguido de un largo etcétera. Para ello, fueron frecuentes los carteles y los gritos de consignas como “vivas nos queremos”, “no quiero tu piropo, quiero tu respeto”, “no queremos flores, queremos derechos” o “si nos tocan a una, respondemos todas”.
Algunos medios de comunicación reconocieron esta movilización masiva como la manifestación de mujeres más nutrida de la historia de México. Y es que esta intervención en el espacio público reunió a gran diversidad de mujeres provenientes de colectivos, organizaciones o a título individual; tanto feministas como no; de diferentes feminismos; de posiciones políticas diversas; de orientaciones sexuales varias; así como transexuales, intersexuales, transgénero y hombres.
#MiPrimerAcoso
Paralelamente a las marchas en las calles, se llevó a cabo una acción en las redes sociales Twitter y Facebook en la que miles de mujeres compartieron desagradables experiencias de acoso que les ha tocado vivir. Mediante el hashtag #MiPrimerAcoso narraron cómo había sido su primera agresión, quién había sido el agresor, dónde había sucedido y cómo se sintieron después de haber sido violentadas.
“fue a los 8 años, mi ‘tío’ […] se mostraba ante mí, hasta que terminó por abusar sexualmente de mí, decía que iba a enseñarme para que cuando fuera grande ya supiera”.
“Tenía 10 años. […] Le estaba dando cacahuates a las ardillas cuando un hombre se paró enfrente de mí y se bajó los pantalones para mostrarme su pene erecto”.
“estaba haciendo mi primer viaje en metro sola, […] y un hombre decidió masturbarse frotando su pene con mi hombro […] tenía 11 años”.
Al final de la jornada fueron 183 mil los testimonios de acoso publicados, siendo #MiPrimerAcoso trending topic –la palabra o frase más repetida en Twitter en un periodo de tiempo concreto– y extendiéndose por varios países. Si bien esta acción no derivó en cambios relevantes, sí permitió el acercamiento a una problemática social de la que poco se investiga en México. Un análisis de los tuits publicado en Distintas Latitudes reveló que el primer acoso de las mujeres suele ocurrir siendo todavía menores de edad, mayoritariamente entre los 6 y los 11 años. A esas edades, es poco frecuente que las niñas entiendan las agresiones como formas de acoso y, como consecuencia, raramente son denunciadas. “Tardé muchos años en darme cuenta que es lo que había sucedido y muchos más en darme cuenta que no soy un objeto. Pasé la mayor parte de mi vida en silencio y soledad”. Muchas mujeres expresaron haber sentido culpa, vergüenza o humillación tras las agresiones, por lo que las mantuvieron en secreto: “no le dije nada a nadie pues me dio vergüenza, me sentí humillada y temí que mi mamá no me volviera a permitir salir sin supervisión”.
Según el mismo estudio, el acoso se da en variedad de espacios. En 47% de los casos publicados sucedió en la calle, lo que indica que no es una problemática exclusiva del espacio público sino que también se da en ambientes supuestamente seguros, como las propias casas de las mujeres y niñas. “La violencia no solo está allá afuera, la violencia está también en casa con las personas que están encargadas de cuidarnos”, declaró una mujer. Fue común que compartieran como varios testigos presenciaron las agresiones pero no hicieron nada para detenerlas, ya fueran viandantes en las calles, usuarias o usuarios en el transporte público o familiares en los hogares.
Esta acción en las redes sociales visibilizó la frecuencia de las agresiones que viven las mujeres, dejando claro que los acosos que compartieron fueron su primera experiencia, pero no la única. “Si les cuento todos los casos no termino. Son infinitos”, publicó una mujer. El mismo estudio arrojó que cuatro de cada diez de los casos publicados no fueron acoso sino abuso sexual, el cual está tipificado como delito y, por lo tanto, es denunciable. Según la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas, 99% de los delitos sexuales perpetrados en México quedan en la impunidad. Y es que el acoso es una situación tan cotidiana que llega a normalizarse.
Y después, ¿qué?
Terminada la movilización masiva tanto en las calles como en las redes sociales, el gran interrogante es: y ahora, ¿qué sigue? ¿Qué continuidad tendrán estas acciones? ¿Se materializarán las exigencias gritadas por miles de gargantas en las consignas? ¿Habrá consecuencias para los abusadores denunciados por los testimonios de las mujeres? ¿Derivarán las marchas en algún proceso organizado más allá de un auge de euforia colectiva? ¿O regresará todo a la intacta cotidianidad de agresiones sexistas?