Actividades de SIPAZ (De Octubre de 2005 – al 15 de Enero de 2006)
31/01/2006COYUNTURA: México – incertidumbres postelectorales
31/07/2006
SIPAZ,
10 años de esperanza,
10 años de esfuerzos,
10 años de experiencias y de experimentación,
10 años evidenciando que un sueño toma vida en l@s que lo comparten.
SIPAZ, o más bien, las mujeres y los hombres que lo constituyen, me han enseñado mucho. Entre otras cosas, la importancia de dar pasos pequeños y seguidos para llegar a un destino lejano («haciendo camino al andar»). Y que para llegar, es más importante creer en el destino que creer en uno mismo».
(Testimonio de Corinna, alemana, miembro del equipo de SIPAZ en 1998-1999)
El 4 de marzo de 2006, SIPAZ (Servicio Internacional para la Paz) celebró 10 años de presencia y acompañamiento en Chiapas con un espacio de reflexión sobre los «Retos actuales del Trabajo Internacional por la Paz» en el que participaron varias contrapartes locales, así como organizaciones internacionales que realizan este tipo de labores en México y Guatemala . Fue una excelente ocasión para reflexionar sobre los aprendizajes en este caminar, así como para confirmar nuestro compromiso.
SIPAZ paso a paso…
SIPAZ nació de la petición realizada por líderes religiosos y organizaciones de derechos humanos de México a una delegación internacional que visitó Chiapas en febrero de 1995. Con el objetivo de responder a la demanda de una presencia internacional permanente en la región, distintas organizaciones con trayectoria en el campo de la paz, los derechos humanos y la transformación pacífica de conflictos de Estados Unidos, Europa y América Latina decidieron crear una coalición cuyo denominador común fuera su preocupación por la situación en Chiapas.
De 1995 a 1997
En su primera etapa, el perfil de SIPAZ respondió a una estrategia de intervención combinando principalmente la presencia internacional con la información fuera del lugar de conflicto.
El trabajo de presencia internacional y acompañamiento ha buscado limitar y/o detener la violencia directa al elevar los costos políticos de la represión en contra de las poblaciones indígenas mediante la presencia internacional en las zonas y momentos de mayor conflictividad. Se trata por tanto de jugar un papel de fuerza disuasiva (lógica de «escudos humanos») frente a posibles respuestas violentas en los conflictos. Un testimonio de un habitante de una comunidad indígena de la zona Norte en estos primeros años apunta directamente a esta función: «Es bueno que nos visiten. Si Ustedes nos visitan, no nos pueden reprimir tan fácil, porque el mundo se da cuenta».
Para proteger el espacio de trabajo de los defensores de derechos humanos, además de la presencia física y de observación, se han venido realizando trabajos de incidencia política y cabildeo, con autoridades del país, embajadas y organismos multilaterales.
El trabajo de información también ha estado jugando un papel complementario de sensibilización y movilización de la comunidad internacional, que a su vez puede presionar a los actores directamente involucrados hacia una solución dialogada. Más allá de limitar la violencia directa, al ir señalando y explicitando las causas y consecuencias del conflicto, se pretende tener un impacto en la parte estructural y sistémica del mismo.
En el marco del aniversario, Ricardo Carvajal (mexicano, coordinador de SIPAZ de 1995 a 2001) recordaba por ejemplo el trabajo del proyecto de la «Estación Norte» desarrollado en colaboración con CONPAZ (Coordinación de Organizaciones No gubernamentales para la Paz), el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas, el Centro de Derechos Indígenas (CEDIAC) y Global Exchange (EEUU). Esa iniciativa conjunta que mantuvo presencia física en la zona entre 1996 y 1997, logró recopilar una amplia información sobre los casos de violación de derechos humanos, que se estaban multiplicando en aquel momento. Pero ante todo, logró llamar la atención nacional e internacional sobre lo que estaba pasando en la región.
Jelle (holandés, miembro del equipo de 1997 a 1999) recuerda todavía con intensidad su participación en una misión de observación realizada en Chenalhó unas semanas antes de la masacre de Acteal en 1997: «Seguimos un camino lodoso a través del cerro. Llovía de nuevo. Una hora y medio después, llegamos a una vereda donde encontramos a mucha gente. Dos casitas de madera y centenares de metros de techos de hojas y plástico. Caras de gente desanimada, ojos que miraban distantes, en el vacío, sin vernos. Con escalofríos por el frío. Había centenares de personas bajo estos techos, quienes habían huido de sus lugares sin ropa, sin comida, sin nada. Solamente habían salvado su vida. Cuando regresé a casa, no tenía palabras para describir lo que había visto. Solamente estaba el dolor. Unos días después, vimos estas mismas imágenes en un documental en la televisión…» Para poder incidir, resulta importante dar a conocer lo que está pasando lo más ampliamente posible, asegurarse de que ninguna autoridad pueda decir que no estaba al corriente de los hechos.
En esta primera etapa, el nivel más alto de los actores en conflicto o track 1 (según la terminología de la estrategia multivía) estaba aparentemente funcionando o al menos se creía posible retomarlo. Así ocurría durante los Diálogos de Paz en San Andrés hasta mediados de 1996 y, en la época inmediatamente posterior, se contemplaba el retorno a un formato similar con la condición del cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés sobre Derechos y Cultura Indígena. Los esfuerzos de los actores principales y secundarios apuntaban en esta dirección.
De 1998 a 2000
Con el estancamiento del proceso de negociación, y dentro del marco de una estrategia que fue caracterizada como de Guerra de Baja Intensidad, se multiplicaron los conflictos locales. Frente a esta situación, y viendo que las posibilidades de reanudar el proceso de diálogo entre el EZLN y el gobierno eran cada vez más remotas, SIPAZ optó por abrir dos nuevas áreas de trabajo, ya más en la línea del «track 2» (actores intermedios y hacia la base). Se apostó por limitar la violencia directa en los conflictos comunitarios secundarios y llegar a transformar el contexto de violencia cultural que los podía sustentar.
Desde su eje de Educación para la Paz, SIPAZ implementó un programa cuya meta era fortalecer las capacidades de los actores locales para la construcción de la paz, especialmente a través de talleres sobre Transformación de conflictos y no violencia activa. En ellos participaron miembros de ONGs, de organizaciones indígenas y de las iglesias, muchos de los cuales pudieron reproducir y multiplicar su experiencia en las comunidades en las que trabajaban.
Desde el eje de Diálogo interreligioso, apostamos por buscar cómo la religión puede ser vista, no como un factor (más) de conflicto, sino como uno de acercamiento y diálogo entre actores. El programa ecuménico de SIPAZ buscó animar a los líderes locales religiosos, quienes a menudo tienen mucha influencia, a asumir la labor de reconciliación como un imperativo de su fe. Se desarrollaron actividades que promovían la cooperación ecuménica a nivel local y la toma de conciencia en los ámbitos ecuménicos nacionales e internacionales.
Miguel Alvarez, ex miembro de la CONAI (Comisión de Intermediación Nacional que mediaba en el proceso de diálogo entre el EZLN y el gobierno y desapareció justamente en 1998), retoma como lección de estos 12 años: «Tardamos en darnos cuenta que las tareas de paz no eran nada más el ring de las negociaciones». El giro estratégico asumido en 1998 por SIPAZ apuntaba a esta dimensión. Se empezó a ver con creciente claridad que la estrategia debía ser a más largo plazo, verdaderamente en un sentido de «construcción» de paz.
De 2001 a la fecha
SIPAZ ha seguido reforzando su caminar desde una lógica de paz negativa (ausencia de violencia) a la construcción de una paz positiva con una intervención que pretende ser cada vez más integral, de largo plazo, atendiendo las distintas dimensiones del conflicto.
Hoy en día, se tienen 3 ejes de trabajo:
- Presencia Internacional en Chiapas y México;
- Promoción y formación para una cultura de paz (Educación para la Paz, Diálogo Interreligioso, Articulación);
- Sensibilización sobre las causas, consecuencias y respuestas de los conflictos en México (Información y Cabildeo).
Se mantienen por tanto las áreas exploradas anteriormente, pero con un mayor énfasis y una mayor conexión/articulación hacia lo nacional y lo internacional. Este cambio tiene que ver con un análisis de carácter estructural que nos llevó a ver la necesidad de responder a los factores nacionales e internacionales del conflicto. En este sentido, vale la pena subrayar el hecho de que a partir del 2005, SIPAZ ha buscado cubrir más directamente la problemática de los estados de Oaxaca y Guerrero. En lo internacional, además de ser una coalición internacional de más de 50 grupos, estamos buscando articularnos con otras redes y procesos como los Foros Sociales.
Aprendizajes a 10 años
Los aprendizajes a 10 años son muchos: algunos pasaron por momentos de alegría y esperanza, otros por experiencias difíciles o dolorosas.
Imprescindible primer paso: detener la violencia
La presión ejercida por la sociedad civil nacional e internacional en distintos momentos del conflicto en Chiapas ha permitido frenar la violencia y abrir espacios en los cuales se han podido desarrollar iniciativas de diálogo y construcción de paz en lo local, nacional e internacional. Aún cuando el efecto disuasivo puede presentar limitaciones («paz negativa»), la historia hubiera sido muy otra sin esta intervención (ver por ejemplo «Los puentes de palabra construidos entre la Sociedad Civil y el EZLN», informe de SIPAZ, diciembre de 2003).
Una lección de humildad
SIPAZ se propone «ser una instancia de apoyo» (carta de identidad). En ningún momento pretendió venir a explicar a otros cómo resolver sus propios conflictos. Sin embargo, la lección de vida va muchas veces más allá, deconstruyendo el concepto de «ayuda«: Mirjam (holandesa, miembro del equipo en 2000 y 2001) escribía en un saludo enviado para este décimo aniversario: «Había venido para compartir mis talentos, mis capacidades, mi formación. Luego regresé a mi país, modesta, muy modesta, dándome cuenta de que había sido al revés: había sido la gente allá la que me había formado, que me había enseñado lo que es verdadero, lo que es el amor, la perseverancia».
«Debemos ser el cambio que queremos ver en el mundo»
(Gandhi)
Durante la celebración, Gustavo Cabrera (Costa Rica, del Servicio Paz y Justicia –SERPAJ- en América Latina y miembro de la Junta Directiva de SIPAZ) se refirió a esta necesaria congruencia con los cambios que proponemos hacer hacia fuera «Adolfo Pérez Esquivel [Premio Nobel de Paz de Argentina, fundador del SERPAJ] contaba un cuento: para distraer a su hijo, un hombre rompe un trozo de periódico donde había una imagen del mundo y le pide que lo reconstruya. El hijo logró recomponer la imagen muy rápido, pues en la parte de atrás había el dibujo de una persona. Para arreglar al mundo hay que arreglar primero a las personas».
Elena (francesa, miembro del equipo 2005-2006) retomaba este mismo punto en un texto escrito para el mismo aniversario: «Eso es lo que me llevaré de SIPAZ en un rincón de mi corazón. El sentido de la hospitalidad como lo primero. No muy nos lo enseñan en nuestras culturas occidentales, al contrario, hay que cumplir primero con las tareas, cueste lo que cueste… Supongo que ese sentido de la hospitalidad viene de mucha aculturación, de la sensibilidad de cada uno, de su capacidad para escuchar su corazón, de varias cosas pues, un poco de todo a la vez… La relación pasa primero».
Paciencia: darle tiempo al tiempo
Heike (alemana, miembro del equipo de 1999 a 2005) insiste mucho en este aspecto, parte importante del trabajo de presencia semi-permanente mantenida en la zona Norte. No tiene que ver nada más con las diferencias interculturales a las que se enfrentan los miembros del equipo, principalmente occidentales. Con un tejido social destrozado y frente a la enormidad de los hechos violentos que han ocurrido en más de un lugar, las relaciones se construyen dando tiempo al tiempo, hasta que las personas se sientan con la confianza de hablar.
Phil MacManus (EEUU, fundador y presidente de la Junta Directiva de 1995 a 2002) subrayaba: «Un equipo internacional para la paz que trabaja en una situación polarizada y violenta debe enfrentar varios obstáculos. Es una cosa de andar en una comunidad, pero es otra cosa ganar entrada. Es el caso particularmente en comunidades indígenas quienes después de 500 años de conquista han sobrevivido, en parte, por su habilidad de cerrarse a extranjeros. Cuando el trabajo se trata de hablar con gente de los dos lados de una comunidad dividida, la desconfianza aumenta y el desafío es mayor».
«Un mundo en el que quepan todos los mundos»: de la teoría a la práctica
Tanto en los distintos equipos como en los trabajos en el campo (particularmente si están presentes distintas partes) hemos visto la importancia de que todas y todos puedan expresar lo que han vivido, contrastando su versión de los hechos, por contradictoria que sea, con la de otros. John Paul Lederach (autor importante en la escuela de Transformación de conflictos) suele decir que todos los que fueron parte del problema tendrán que participar en la búsqueda de su solución. Una vez consolidado un espacio de encuentro de mayor confianza, resulta más fácil ir respetando a quien tenemos enfrente sin asumir una actitud defensiva y basada en el miedo: «si no estás conmigo, estás en mi contra». Por otro lado, no se trata de pensar todos iguales de ahí en adelante, sino de tener la capacidad de trabajar conjuntamente, uniendo esfuerzos, en y desde las diferencias.
La lección del grano de mostaza
SIPAZ estuvo acompañando un proceso de dialogo entre católicos y evangélicos en Chenalhó (municipio de la masacre de Acteal) del 2000 al 2004. Costó mucho tiempo antes de que los participantes pudieran darse cuenta de que son «hermanos» de la misma etnia y cristianos todos. Se pudo superar la dicotomía aparente víctima/victimario para reconocer que de una forma u otra todos habían tenido y seguían teniendo su parte de dolor en el conflicto (familiares de los presos por ejemplo).
Una anécdota que solemos recordar tuvo lugar después de muchas dificultades para sentar a las partes y «quebrar el hielo»: de repente, vimos a católicos y presbiterianos riéndose juntos y hablando con ánimo. Al preguntar a un traductor de qué estaban hablando nos respondió «de formas de cocinar frijoles». Un ejemplo trivial pero muy ilustrativo de que nunca estamos tan lejos del otro como podríamos pensarlo… José (Tzajalchen), uno de los representantes católicos que participaba en el proceso, comentaba después de un taller: «Compartimos cómo hemos vivido los problemas del 97. La cercanía con los hermanos ayuda. Antes ni nos saludábamos». Los cambios empiezan ahí en lo personal, en lo «chiquitito«.
Aquí… Allá…
Gustavo Cabrera (Junta Directiva de SIPAZ) subrayaba al iniciar la celebración: «SIPAZ ha desarrollado nuevos conceptos de interculturalidad, de acción conjunta de organizaciones y comunidades, en aspectos como el religioso y el comunitario. Y esos aportes los valoramos en todo el mundo, se han extendido a experiencias en Colombia y en el norte de América. Es muy importante valorar que una experiencia concreta, aparentemente pequeña, puede significar mucho más en un contexto amplio y que puede contribuir a los ejercicios por la paz en otras partes del mundo».
Marco (italiano, miembro del equipo en el 2000), nos envió un saludo para el aniversario diciendo: «La identidad internacional de SIPAZ y su compromiso con la presencia local son un ejemplo perfecto de lo que debe ser la ciudadanía global».
Sencillamente: Creer
En el equipo del 2003 se recuerda todavía con emoción una entrevista con Jorge Santiago (ex director de DESMI –Desarrollo Económico y Social de los Mexicanos Indígenas- y asesor de SIPAZ) en la que nos dio la fuerza para seguir avanzando a pesar de una serie crisis financiera con una sola palabra: creer, creer a pesar de los pesares. Marina (francesa, miembro del equipo desde 1997 y coordinadora de SIPAZ desde 2002) cita muchas veces a John Paul Lederach adaptándolo al contexto chiapaneco: «trabajar para la paz es como escuchar la milpa [campo de maíz] crecer». No necesariamente se ve o se escucha. Aún así se trata de seguir sembrando…
A la luz de estos aprendizajes, SIPAZ se compromete a seguir en su camino sabiéndose rodeado de much@s otr@s. Cecilia y Javier, amigos cercanos del proyecto, nos escribieron desde España: «Hoy los pueblos y gentes de esta tierra meso-americana caminan delante y atrás de nosotros, a nuestro lado y nuestros pasos y los suyos se confunden y no nos confundimos, nuestros pasos son camino, el camino en que camina la esperanza y la felicidad, es decir lo mejor de lo humano que tenemos, porque lo peor que tenemos lo vamos derrotando día a día en compañía de estas gentes y pueblos meso-americanos, lo derrotamos en nuestros corazones. Por esto ustedes y Chiapas se encontraron y caminamos juntos, y por esto es importante y necesario seguir juntos caminando».