Desplazados de Chenalho: Pocas esperanzas de retorno
29/12/1998SUMARIO: Acciones recomendadas
31/05/1999ENFOQUE I: Los talleres de SIPAZ – Aprender a desaprender para construir una cultura de paz
Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos.
Por mucho que yo camine,
nunca la alcanzaré.
¿ Para qué sirve la utopía?
Para eso sirve: para caminar.»
(Fernando Birri)
El alto nivel de conflictividad a que se ha llegado en el estado de Chiapas y las cada vez más violentas formas de resolver las diferencias nos han llevado a crear en SIPAZ espacios de reflexión para ayudar a los participantes a enfrentar las diferencias de una manera distinta: la transformación de los conflictos y la no violencia activa.
La situación de guerra que prevalece en el estado ha causado en los últimos años centenares de muertos y heridos, así como miles de desplazados (entre 15 y 20 mil según las fuentes). En los Altos, la zona Norte y la Selva reina un clima de intolerancia y violencia contra los más elementales derechos humanos.
Anteriormente, los diálogos de paz entre el EZLN y el gobierno federal constituían un mecanismo que permitía reorientar las tensiones existentes en las comunidades hacia un marco en el cual podían ser tratadas constructivamente. Empero, con el estancamiento del proceso de paz, los conflictos locales se ven agudizados a consecuencia de las dimensiones estatal, nacional e internacional del conflicto más amplio.
No es el papel de SIPAZ buscar resolver esos conflictos secundarios. Sin embargo, ante su potencial explosivo, hemos intentado apoyar a actores locales que tienen mayor capacidad para poder destrabarlos eficientemente. De hecho, en su ‘carta de identidad’, SIPAZ reconoce claramente que la «negociación, mediación e iniciativas necesarias para alcanzar una solución al conflicto» deben depender de la sociedad mexicana y subraya que SIPAZ «busca jugar un papel facilitador que fortalezca el contexto en el que los mexicanos están trabajando para resolver problemas que son principalmente mexicanos.»
Un elemento clave en nuestro esfuerzo para cumplir con esos objetivos ha sido nuestra área de talleres, espacios que coadyuven a la búsqueda de salidas pacíficas a la situación que hoy existe tanto entre los actores principales del conflicto chiapaneco como a nivel de las comunidades. A largo plazo, esperamos que estos talleres puedan propiciar procesos de reconciliación a todos los niveles y contribuir a que la sociedad chiapaneca vaya transitando hacia una nueva cultura de paz.
Además, consideramos que es urgente echar a andar la imaginación; pensamos que con la participación de todos, se pueden encontrar nuevas formas de luchar y responder a las complejas dimensiones del conflicto chiapaneco sin renunciar a objetivos propios y sin pagar costos tan altos y lamentables. Un miembro de SERPAJ (Servicio Paz y Justicia) que nos ayudó en la facilitación de un taller subrayaba: «Muchas veces usamos los mismos métodos (marchas, plantones, denuncia, etc.). Nos hace falta creatividad. También tenemos tendencia a reaccionar, no a tomar la iniciativa. Hay que accionar, no sólo reaccionar, tomar la delantera».
Una cada vez más amplia gama de talleres
Desde 1996, SIPAZ comenzó a facilitar talleres sobre resistencia civil, manejo del miedo, no violencia activa, etc. En 1998, se han dado mensualmente y, en el promedio, han participado entre 15 y 40 personas miembros de ONG y de diferentes iglesias locales, formando un grupo plural en el cual se está integrando cada vez nueva gente. En 1998, el tema central del ciclo era la «Transformación pacífica de los conflictos». Partimos de una reflexión personal (Autoestima) antes de abarcar otros temas que tienen que ver con las dimensiones interpersonal y grupal (Estilos personales, Comunicación, etc.). Posteriormente abordamos elementos que nos ayudan a enfrentar los conflictos (Manejo del miedo en situaciones de violencia por ejemplo). Terminamos el ciclo con algunas herramientas para analizar situaciones de conflictos e identificar estrategias para la paz.
Nuestro ciclo de talleres se sustenta en una reflexión que empieza desde dentro, como un reto cotidiano que nos invita a la creatividad: «Se me quita cada vez más la idea de que ser no violento es ser indiferente. Todo lo contrario: más bien significa tener coraje por la vida, ser apasionado. Al final del día, me di cuenta de todo lo que tengo que trabajar. Existen muchas formas violentas recurrentes en mi todavía», comentó un participante de nuestros talleres.
Lina María Obando de Justapaz, Colombia, en un taller que nos ayudó a facilitar, también insistió: «No debemos concebir a los actores violentos como ‘externos’. Nosotros mismos reproducimos la violencia (competencia con compañeros de trabajo por ejemplo) o la toleramos (cuando el bienestar es un concepto que debería alcanzar a todos).»
En este año, vamos a trabajar más a fondo el tema de la no violencia. Cada ‘etapa‘ tendrá como finalidad ayudar a los participantes a profundizar en su conocimiento sobre el tema y a constituir una especie de ‘caja de herramientas‘ que puedan utilizar diariamente para poner en práctica dicho conocimiento. Paralelamente, abriremos un espacio de reflexión sobre el tema ‘Análisis de conflicto y estrategias para la paz‘ con el fin de reforzar las capacidades de los actores locales.
En uno de los talleres, una de las participantes de una ONG local comentaba: «Hasta la fecha, no había pensado mucho en eso de la no violencia. No me imaginaba que podríamos encontrar tantas palabras para definirla. En el trabajo en grupos, nos dimos cuenta de que en la sociedad civil, no hay claridad de por dónde avanzar. Falta coherencia. Necesitamos echar más a andar la reflexión y el análisis.»
Por otra parte, en Chiapas, existen numerosas comunidades divididas por la violencia y la desconfianza, y, frecuentemente las diferencias se expresan en la dimensión religiosa: expulsiones de grupos religiosos minoritarios en sus comunidades, cierre de templos, detenciones ilegales y aun asesinatos. Ante esa creciente situación, vimos la necesidad de buscar maneras de avanzar hacia la paz y la reconciliación basándose en los actores religiosos…
Desde agosto de 1997, SIPAZ ha apoyado la facilitación de varios talleres sobre resolución de conflictos y relaciones humanas en un espacio ecuménico llamado Escuela Bíblica de Formación Integral (EBFI). Los participantes – principalmente, maestros, pastores, catequistas y promotores de salud – al poder convivir entre personas de distintas iglesias luego pueden contribuir a que, en sus comunidades, se favorezcan las condiciones para el diálogo, la tolerancia y el respeto mutuo. También hemos facilitado este tipo de talleres a jóvenes evangélicos y, en este año, vamos a dar un ciclo de talleres con coordinadores de grupos de jóvenes católicos, así también como a una congregación de religiosas.
Finalmente, aceptamos el reto de apoyar un proceso de capacitación en espacios de educación formal, dando seguimiento a la exposición de Gandhi (ver artículo en este informe) en algunas escuelas, preparatorias y universidades, con talleres y pláticas sobre valores importantes para crear una cultura de paz como son el respeto, la tolerancia, la reconciliación, la no violencia, etc.
En constante aprendizaje
Actualmente, tres integrantes del equipo de SIPAZ están asumiendo la facilitación de esos talleres. El equipo sigue capacitándose, por ejemplo, dos de ellos participaron en el ‘Summer Peacebuilding Institute’ de la ‘Eastern Mennonite University’ de los Estados Unidos en 1997 y 1998. También se cuenta con el apoyo puntual de otras personas que pertenecen a organizaciones mexicanas e internacionales (SERPAJ y el Comité Central Menonita principalmente). Pertenecemos a la Red Mesoamericana Menonita (México y Centro América) que organiza talleres trimestrales sobre Transformación de Conflictos y además participamos en los encuentros de Convergencia de Organismos Civiles por la democracia en los cuales se reúnen grupos de todo México y que comparten información y experiencias. La misma naturaleza de nuestra coalición (muchas de las organizaciones que la conforman tienen años de experiencia en otras zonas conflictivas) es otra fuente de riqueza.
En nuestros talleres, utilizamos una metodología participativa y que contempla herramientas de la dinámica grupal como son: técnicas de concientización, análisis, sensibilización, comunicación, sociodramas, videos, etc. Esto permite que los participantes sean elementos fundamentales en la realización de los talleres. De esta manera, recogemos su propia experiencia con la posibilidad de regresar a sus trabajos y aplicar lo aprendido.
Un miembro de la diócesis de San Cristóbal valoraba lo provechoso que puede ser esta posibilidad de socializar experiencias en estos términos: «Estamos empujando un coche en una ‘subidita’ y a lo mejor nos hace falta poner piedras en las ruedas para que no se regrese. Tenemos muchas experiencias pero no pensamos en sistematizarlas y compartirlas.»
En uno de nuestros talleres, se pidió representar «¿qué es un conflicto para mi ?». Uno de los participantes dibujó a dos personas que no logran dialogar. En nuestra cultura y educación nos enseñaron a descalificar y a competir más que a colaborar. Por ello, en cierta medida, en nuestros talleres, estamos ‘desaprendiendo‘ juntos, esos modelos que no promueven la idea de ‘con-vivir‘ con los demás.
En base a la dinámica que acabamos de mencionar, una persona dibujó una piedra. Nos explicó después que había elegido este símbolo porque «Es dura, puede herir, golpear. Puedo intentar de lanzarla lejos de mi pero sigue existiendo. Es una fuente de malestar, como una piedra en el zapato. Pero también es una carga, como una responsabilidad tuya. Además gotas de amor pueden provocar su erosión.»
Primeros logros
Consideramos que nuestro trabajo en talleres constituye otra ‘gotita‘ para seguir horadando las rocas, y que, en alguna medida, está contribuyendo en la búsqueda de soluciones no violentas a los conflictos que se viven en Chiapas. Una participante parte de una organización de derechos humanos comentó: «Este taller me ayudó a reflexionar y a darme cuenta que es posible transformar situaciones de violencia en situaciones de no violencia. No todo es negro o gris. Es como el ying y el yang. Al lado de la sombra existe la luz. Hay luces de esperanza.»
Un médico agregó: «A mi también este taller me ha despertado la esp’eranza. La no violencia sí es algo que se puede alcanzar. Al trabajar en grupos sobre las manifestaciones de la violencia en Chiapas, nos dimos cuenta que existen muestras de actores que respondieron con acciones no violentas.»
Nuestro impacto busca ser tanto personal (el proceso de cambio empieza cuando uno se hace responsable de su propio estado de ánimo, sus sentimientos y acciones) co-mo social. Un sacerdote católico nos compartió: «Me ha ayudado mucho tener este espacio de reflexión en donde en plenitud puedo oxigenarme, retroalimentarme, afirmar mi propia identidad. Es como un pozo en donde beber. (…) Además, nos están ofreciendo un espacio para seguir cultivando un carisma de la reconciliación y la mediación. Nos ayuda tener todos esos elementos en forma sistematizada. Me sirve en mi servicio de acompañamiento en los conflictos entre agentes pastorales o en algunas comunidades divididas.»
Otro logro tiene que ver con la constitución de un grupo plural y de apoyo. La no violencia es un proceso que nos lleva a ver y desafiar pautas de violencia e injusticia. Nos fortalece tener un espacio con personas que también busquen transformar su propia violencia y la que existe alrededor de ellos.
Y todavía mucho camino por andar
Por no poder responder a todas las demandas que se han venido multiplicando, estuvimos buscando otras formas para ampliar la participación de las organizaciones que pueden servir de ‘multiplicadores‘ en su zona de influencia. Algunos de los participantes ya están reproduciendo el contenido de nuestros talleres en otros lugares y con otra gente. Es el caso de una organización de educación para la paz que ha empezado con este trabajo gigantesco con autoridades comunitarias, regionales y con promotores de derechos humanos en la llamada zona de conflicto. Asisten aproximadamente 80 personas de 28 comunidades que a su vez se comprometen a reproducir los talleres en sus propias comunidades.
Algunos miembros de esta organización de educación nos comentaron: «Reconocemos que las comunidades, tradicionalmente, tienen sus propias formas de resolver los problemas en los cuales las autoridades y los catequistas asumen el papel de mediadores. Sin embargo, ante la coyuntura actual, constatamos que se han intensificado y agudizado los conflictos internos o intracomunitarios. Por eso vimos la necesidad de abrir espacios para que las autoridades y los promotores de derechos humanos identifiquen y reafirmen valores tales como la cooperación, la comprensión, la solidaridad, la comunicación y la igualdad. También vimos la importancia de hacer una reflexión sobre los procedimientos propios de la resolución de conflictos, así como de conocer algunos otros elementos que pueden complementar y hacer más eficaz la resolución evitando llegar a la violencia.»
Al dar el paso al México de las comunidades indígenas, los aspectos culturales -como el idioma- hacen el trabajo difícil: encontramos que hay que traducir todos los contenidos y adaptar las herramientas. Nuestra experiencia en éste ámbito (con mujeres indígenas en Yajalón por ejemplo) nos llevó a las mismas conclusiones que CEPAZ: «La forma de pensar de los indígenas es más integral y concreta, lo que dificulta trabajar un problema de manera fraccionada o abstracta. Vemos necesario trabajar más a través de ejercicios y con problemas reales en las comunidades.»
Aun cuando los talleres son abiertos, todavía hay muchos sectores que no están representados. Creemos que su palabra no sólo es importante sino necesaria para avanzar en la continuación de la cultura del respeto y la tolerancia a todas las formas de vivir, creer y pensar. Buscamos ampliar su participación al apoyar la Escuela Bíblica y al dar talleres en espacios de educación formal.
Al dar a los actores locales algunas herramientas analíticas y prácticas para responder a situaciones conflictivas, SIPAZ contribuye a ampliar los espacios en los cuales se puede dar un diálogo y aumentar las posibilidades de que se de una resolución no violenta de dichos conflictos. Lograr resolver o reducirlos a nivel local se traduce en vidas salvadas y en comunidades más seguras, lo cual influye directamente sobre las expectativas en cuanto al proceso de paz.