2003
02/01/2004COYUNTURA I: Chiapas, multiplicación de focos rojos en un contexto de alta tensión
30/06/2004Bats’i k’op significa literalmente «palabra verdadera», y así nombran los indígenas a su lengua madre.
El camino de los Acuerdos de San Andrés
Los Diálogos de San Andrés Sacamch’en de los Pobres, iniciados en 1995 entre el EZLN y el gobierno federal, fueron un intento de resolver las causas estructurales, sociales, políticas y culturales que habían provocado el levantamiento armado zapatista de 1994 y basadas en las desiguales relaciones existentes entre los pueblos indígenas, el resto de la sociedad y el Estado mexicano.
La creación de este espacio público de diálogo representó un esfuerzo para establecer un nuevo pacto social en el que fundar el proyecto de nación mexicana, basado en el reconocimiento no sólo de los derechos individuales, sino también de los derechos colectivos de los pueblos indígenas en los ámbitos:
- Político: gobiernos autónomos y formas propias de elección;
- Jurídico: ejercer sus sistemas normativos internos, formas de impartir justicia y decidir sobre conflictos internos;
- Social: decidir sus formas de organización social;
- Económico: disfrute de sus recursos naturales, decisión sobre sus necesidades y sobre las formas de satisfacerlas.
- Cultural: garantizar la cultura propia.
Para llevar a cabo este proceso, se establecieron seis mesas de diálogo:
- Derechos y Cultura Indígenas;
- Democracia y Justicia;
- Bienestar y Desarrollo;
- Conciliación en Chiapas;
- Derechos de la Mujer y
- Cese de Hostilidades.
El 16 de febrero de 1996 se logró llegar a un acuerdo en la mesa 1 de Derechos y Cultura Indígena. Los textos donde quedaron plasmados los puntos de consenso son los denominados «Acuerdos de San Andrés» (ASA).
Estos ASA constan de tres grandes partes:
- Pronunciamiento conjunto: un documento político que define un nuevo proyecto de país basado en los siguientes principios:
- la libre determinación y la autonomía: se debe respetar el derecho de decisión de los pueblos indios;
- la participación: los pueblos indios son los sujetos activos del diseño, planeación y ejecución de los proyectos que decidan;
- el pluralismo: respeto a la diversidad de los pueblos;
- la integralidad: el gobierno debe intentar resolver los problemas completos, no sólo una parte;
- la sustentabilidad: los proyectos y los programas no deben dañar el medioambiente ni los recursos de los pueblos.
- Propuestas conjuntas: un documento legal que establece los cambios que se deberán de establecer en las leyes para que se pueda dar este nuevo proyecto de nación, incluyendo una reforma constitucional.
- Compromisos para Chiapas: un documento local que establece las acciones que en este estado se deberán llevar a cabo para dar cumplimiento a los Acuerdos.
El 3 de septiembre de 1996, el EZLN decide retirarse de las mesas de negociación denunciando la falta de voluntad por parte del gobierno federal para proseguir con el diálogo en la mesa 2 y su estrategia de guerra mantenida de forma paralela al proceso de paz.
La Comisión de Concordia y Pacificación (COCOPA), conformada por legisladores de los diferentes partidos políticos y encargada de ayudar en el proceso de diálogo desde marzo de 1995, redactó y presentó a las partes una propuesta de reforma constitucional que recogía los principales consensos establecidos en los ASA. Esta propuesta es la denominada «Ley COCOPA» y buscaba facilitar el regreso a las mesas de negociación. El entendimiento era que las partes aceptarían la iniciativa por completo, sin ninguna observación o corrección, o la rechazarían. En diciembre de 1996, el EZLN aceptó la iniciativa; el gobierno en cambio planteó modificaciones que cambiaban de manera sustantiva la propuesta de la COCOPA.
Desde este momento, los ASA se convirtieron en el símbolo de lucha del movimiento indígena nacional y de grandes sectores de la sociedad civil nacional que daban legitimidad a este documento tanto por su contenido (se recuperaron los resultados del Foro Nacional Indígena celebrado en enero de 1996 y que desembocó en la conformación del Congreso Nacional Indígena, CNI) como por la pluralidad desde la que nacían. En efecto, hay que recordar la amplia representación de la sociedad mexicana que se dio en las mesas de San Andrés.
En el año 2000, las elecciones presidenciales dieron el triunfo al líder del Partido de Acción Nacional, Vicente Fox, quien expresó su disposición de volver al diálogo de paz. Tras más de 70 años de gobiernos federales controlados por el Partido de la Revolución Institucional (PRI) parecía abrirse una esperanza de cambio.
El EZLN estableció tres condiciones para aceptar el regreso a las mesas de negociación: el retiro de siete posiciones militares, la libertad de los presos políticos zapatistas y el cumplimiento de los ASA a través de la aprobación de la Ley COCOPA. Este hecho devolvió durante el 2001 el protagonismo a los ASA y a su cumplimiento como puerta para seguir caminando en la construcción de una paz con justicia y dignidad.
Para explicar el por qué de esta necesidad, el EZLN organizó la Marcha del Color de la Tierra o Marcha por la Dignidad Indígena recorriendo diferentes estados de la república mexicana y llegando el 11 de marzo de 2001 al Palacio legislativo, donde los comandantes zapatistas pudieron explicar ante el Congreso de la Unión las razones para la aprobación de la Ley COCOPA.
Finalmente, en el mes de abril se aprobó una reforma constitucional sobre Derechos y Cultura Indígenas alejada de los derechos colectivos de los pueblos indígenas recogidos por la ley COCOPA: no se reconoce la autonomía de los pueblos a nivel federal sino que lo remite a las legislaturas estatales; no se reconoce el derecho colectivo sobre el territorio, ni sobre el uso y disfrute de los recursos naturales; desconociendo por tanto, derechos colectivos fundamentales ya reconocidos por el Estado Mexicano en la firma del Convenio n° 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre derechos de los pueblos indígenas y tribales en países independientes (vigente en México desde 1991).
La reforma fue rechazada por el EZLN, el CNI, intelectuales, y por grandes sectores de la sociedad civil nacional e internacional. Por una parte, se presentaron 324 controversias constitucionales frente al máximo órgano judicial de la nación, quien se declaró incompetente para juzgar sobre este acto del poder legislativo. Por otro lado, el EZLN y el CNI declararon los ASA como ley vigente en sus territorios, prosiguiendo con la construcción de sus proyectos de autonomía e iniciando un acto de desobediencia civil frente a esta reforma constitucional calificada de «traición a los pueblos indios».
Los Acuerdos de San Andrés florecen en lengua indígena
Ocho años después de la firma de los ASA, este documento ya histórico, resurge con voz indígena, tras un trabajo colectivo e intercultural fomentado desde el Centro Estatal de Lenguas, Arte y Literatura Indígena (CELALI) de Chiapas.
Este centro se creó en 1997 dando cumplimiento a los «Compromisos para Chiapas» establecidos en los ASA, y más concretamente en las acciones y medidas en el ámbito de la educación y la cultura. El CELALI impulsa y fomenta el desarrollo de las lenguas indígenas chiapanecas desde el reconocimiento de la autonomía cultural de los pueblos indígenas.
Desde este objetivo y con el esfuerzo conjunto de un equipo de asesores, traductores e investigadores sociales nace la edición bilingüe de los ASA en las diez lenguas indígenas existentes en territorio chiapaneco: zoque, tzotzil, tzeltal, tojolabal, ch’ol, lacandón, jacalteco, q’anjob’al, chuj y mam (estas cuatro últimas, lenguas guatemaltecas existentes en Chiapas tras el asentamiento en territorio chiapaneco de refugiados guatemaltecos).
Estos libros se convierten como ha señalado el historiador y antropólogo, Andrés Aubry, en un material de trabajo para las comunidades indígenas. Los traductores recibieron durante un año talleres sobre el contexto en el que se dieron los ASA. En esta etapa jugaron un papel fundamental los asesores, entre los que se encuentran algunos ex miembros de la CONAI (Comisión Nacional para la Intermediación, instancia que medió entre las partes durante los Diálogos de Paz).
Después, los traductores se fueron a las comunidades para intercambiar visiones con los propios hablantes de las lenguas. Más tarde, regresaron para trabajar con Comités Populares de Lectura, y por último, se realizaron dos plenarias con delegados de las comunidades en San Cristóbal.
Uno de los mayores retos ha sido conseguir que las lenguas indígenas crearan nuevas palabras para poder nombrar relaciones políticas y jurídicas, palabras inexistentes hasta ahora debido al estancamiento que la colonización provocó en el desarrollo de las mismas. De modo que de forma colectiva se recrearon conceptos como autonomía, derecho a la diferencia, pluriculturalidad, instancias de debate nacional, libre determinación, nuevo pacto social, pueblos indígenas, reconocimiento, reforma del estado, sistemas normativos internos, sustentabilidad, recursos naturales, territorio o usos y costumbres. Estas palabras fueron las más polémicas en las comunidades y las que mayores dificultades crearon para ser traducidas. Por ello, tienen un apartado especial como «Glosario» en esta edición bilingüe, con una explicación más amplia sobre su significado y remitiendo con números a los párrafos correspondientes del texto de San Andrés donde aparecen dichos conceptos.
Esta experiencia nos muestra cómo el lenguaje político y jurídico que forma parte del movimiento indígena actual en su discurso sigue estando «colonizado» por conceptos que vienen del castellano, y por tanto, de construcciones conceptuales ajenas a las cosmovisiones indígenas. Por ejemplo, Xuno López, miembro del CELALI, cuenta cómo la primera versión de la traducción fue desechada porque mantenía la forma tradicional de nombrar ‘gobierno’ en lengua indígena como ‘dios o dueño’, ajvalil.
De ahí que Samuel Ruiz, obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas, considere estas traducciones como un «trabajo de liberación de las lenguas indias, de palabras que determinan un tipo de relación».
Esta recreación de las lenguas indígenas no es valorado positivamente por todo el mundo, hay voces que cuestionan para qué cambiar palabras en castellano que los indígenas ya tienen incorporadas en su cotidianidad, y avisan de la estandarización que pueden provocar en las lenguas estos trabajos de traducción Para otros, este trabajo es un camino más, un regalo para la humanidad y un valor para las culturas indígenas al poder participar en la creación de nuevas palabras.
También ha habido dudas sobre cuánto impacto puede tener este trabajo en una estado con altos niveles de analfabetismo como Chiapas. Respecto a este factor, Andrés Aubry comparte cómo en los trabajos de traducción realizados en las comunidades, personas analfabetas querían también participar, argumentando «No sé leer ni escribir, pero sé pensar».
Ahora se inicia un nuevo proceso: devolver este texto a las comunidades indígenas y recibir sus comentarios así como comprobar si realmente las traducciones son correctas y han logrado su objetivo.
Marcos Girón, miembro del equipo coordinador, nos comentaba que al presentar el documento ya terminado ante una organización campesina, los miembros de ésta se sorprendieron porque los Acuerdos «decían cosas buenas«. Hasta entonces habían pensado que los ASA eran solo de los «haraganes» que se levantaron en armas (refiriéndose a los zapatistas).
Esta anécdota nos muestra cuántos colectivos y personas desconocen el contenido de los ASA, lo que hace en ocasiones verlos sólo como texto de los indígenas o de los zapatistas, en vez de entenderlos como patrimonio de tod@s y para tod@s l@s mexican@s.
Los Acuerdos de San Andrés: una puerta hacia el interculturalismo
La traducción de los ASA supone un florecimiento de los mismos, «no son una mera ‘efeméride’ sino un programa vivo» y se enmarca en la estrategia de los pueblos indígenas de seguir con su ‘reconstrucción autonómica’ por la vía de los hechos (Magdalena Gómez, La Jornada, 17 de febrero de 2003).
El significado de los ASA y ahora su traducción a las lenguas indígenas chiapanecas convierten este proceso en un paso más hacia la construcción de una paz que represente el fin de la opresión a la que se han visto sometidos durante siglos los pueblos indígenas en México.
La apropiación por parte de las lenguas indígenas de un texto político de la importancia de los ASA es mucho más que un simple cambio lingüístico: representa la emancipación de las lenguas indígenas en el terreno político y más, el inicio de un verdadero interculturalismo, en el que el contacto entre las diferentes culturas se base en el diálogo y en el reconocimiento mutuo, predominando entre ellas, la igualdad, la participación, la convivencia, la autonomía y la reciprocidad.
En la presentación de esta edición bilingüe de los ASA en San Cristóbal de Las Casas, el 16 de febrero del presente año, Andrés Aubry afirmó que era una día de fiesta para ese nuevo país que está diseñado en dichos textos: «Estamos construyendo la paz. Sin el cumplimiento de los ASA no hay paz. El texto es de todos, no es del EZLN ni del gobierno. Depende del país que se vayan a realizar. No se puede disociar los ASA del proceso de paz».
Esta experiencia demuestra que la interculturalidad puede ser una puerta hacia una paz con justicia y dignidad, partiendo del reconocimiento del otro. Esta lucha por la dignidad de las culturas indígenas ya cuenta con un «arma que no dispara balas, sino palabras y pensamientos» (Andrés Aubry).