Actividades de SIPAZ (Mayo – Julio 2000)
31/08/2000Antes de 1994
29/12/2000ENFOQUE: «Desplazados vivimos…» – Una realidad que pide una respuesta
En su visita al campamento X’oyep el 11 de agosto, el entonces candidato para gobernador de Chiapas, Pablo Salazar, dijo: «Dentro de nueve días habrá una elección y vamos a ganar, habrá un gobierno nuevo de reconciliación y paz, y lo primero que haré es establecer contacto con las comunidades de desplazados, para lograr la reconciliación…Se los suplico, resistan un poco mas, resistan de aquí a diciembre, porque el próximo gobierno los va a apoyar».
Los desplazados internos en Chiapas representan una de las situaciones más complicadas que Salazar, ahora gobernador electo, tendrá que enfrentar a partir de su toma de posesión en el mes de diciembre del 2000. En las zonas de conflicto (Altos, Selva y Norte) existen actualmente grupos desplazados de diversos sectores de la población (miembros de organizaciones civiles, perredistas, bases zapatistas, priístas, católicos y evangélicos). El fenómeno de los desplazados se aceleró en el estado a partir del levantamiento armado en 1994. Según CIEPAC: Población Desplazada en Chiapas, 1999, existen 21.059 desplazados en Chiapas. En solo el municipio de Chenalhó, hay 9.125 (Fuente: idem).
Algunos desplazados viven en comunidades que les han prestado tierras para que puedan trabajar (zona Norte). Otros han formado campamentos donde habitan un gran número de familias en un terreno muy reducido. Ellos no tienen acceso a su milpa y reciben ayuda humanitaria de instituciones como la Cruz Roja Internacional y Cáritas de la Iglesia Católica. Es el caso de los miembros desplazados de las Abejas que llevan más de tres años en los Campamentos X’oyep, Tzajalchén y Acteal, en el municipio de Chenalhó.
Al inicio de 1997 hubo en ese municipio una escalada de violencia donde varios priístas y zapatistas resultaron muertos. A partir de septiembre de ese año comenzaron a salir de sus comunidades de origen centenares de miembros de Las Abejas. En ellas, según su testimonio, grupos de afiliación priísta les exigían que pagaran cuotas para comprar armas. Al no querer hacerlo fueron amenazados y dejaron sus lugares de origen para agruparse en los campamentos de desplazados. Sus representantes cuentan: «Cuando llegamos en el campamento X’oyep, es tiempo de agua. Cocinamos y vivimos afuera, bajo la lluvia». Después de la masacre de Acteal, en diciembre de ese mismo año, el número de desplazados aumentó y también la presencia del ejército, contando 21 campamentos militares en el municipio (Fuente: idem).
Los originarios de Yibeljoj, una comunidad de Chenalhó, describieron su vida en el Campamento X´oyep así: «No hay buenas casas, tenemos mucho sufrimiento, dormimos en el suelo». «Dormimos en casas con techos de plástico, antes había tablitas». «Antes había leña pero ahora ya se ha terminado. Las mujeres y los niños se enferman por la preocupación de sus necesidades…Somos los que sentimos el sufrimiento y ya no aguantamos».
«Desplazados vivimos… «
Las Abejas desplazadas han participado en varias manifestaciones para dar a conocer sus necesidades y exigir las condiciones para su retorno. El 10 de agosto de este año, unos cientos de indígenas hicieron una marcha para pedir que el gobierno actúe en contra de los presuntos grupos paramilitares y cumpla con su compromiso de pagar indemnizaciones a los desplazados.
Ahora, muchos de ellos se han integrado en la Peregrinación Jubilar 2000 para rogar, juntos con otros indígenas chiapanecos, que se alcancen las condiciones necesarias para un eventual retorno. Los 250 peregrinos tzotziles, ch’oles, tzeltales y tojolabales, representando las principales etnias de Chiapas están caminando con este lema: «Caminando nacimos… Peregrinos somos… Desplazados vivimos… El camino nos pertenece, a él entregamos nuestros pasos».
Los participantes fueron convocados por las Abejas y la organización Xi’Nich’ (ver glosario) a una movilización que tienen como objetivo mejorar sus condiciones de vida y fortalecer su ánimo para «seguir luchando por la paz justa y digna de los pueblos indios». Comenzaron a caminar el 14 de octubre desde la comunidad de Acteal y piensan llegar a la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México el 12 de diciembre, recorriendo una distancia de casi 1.300 kilómetros.
Entre las peticiones centrales de los participantes indígenas está el retorno de los grupos desplazados y otras cuestiones relacionadas con él, como por ejemplo: la desaparición de los grupos paramilitares en Chiapas, la desmilitarización en el estado y en el país, la reconciliación comunitaria, la libertad de los indígenas presos políticos y el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés.
En X’oyep, sin embargo, 96 familias, originarias del poblado de Yibeljoj, decidieron que no podían esperar un retorno negociado con las autoridades y con las garantías mínimas de seguridad, ya que no aguantaron las dificultades que enfrentaban en este campamento, y que iban a hacer una reubicación, creando otro campamento con mejor acceso a agua y leña. Cargaron sus pertenencias unos diez kilómetros por camino de vereda, con lodo por la temporada de lluvia. Se dirigieron a un lugar cercano a su comunidad de origen. No quisieron volver a vivir en ella, «porque ahí están los paramilitares, tenemos miedo, también por los ejércitos (soldados del Ejército Mexicano) que están en la carretera». Por eso dicen «seguimos siendo desplazados».
Falta de seguridad
La seguridad es un tema prioritario en movimientos como esa reubicación o un posible retorno. La Cruz Roja Internacional no participó en el acompañamiento de las familias de Yibeljoj el 17 de octubre, pues consideró que no había las condiciones, ni de seguridad, ni materiales necesarios para que este grupo de familias pasara a una situación mejor. Pierre Ferrand, jefe de subdelegación de la Cruz Roja Internacional, opinó: «Respetamos la decisión de los desplazados, pero no acompañamos la reubicación de los desplazados de X’oyep, porque esto no fue producto de una negociación entre las partes, ni con el Estado. Tampoco hubo diálogo con los habitantes de Yibeljoj con lo cual se podría haber construido un mínimo de seguridad».
Los mismos desplazados afirman esa falta de condiciones de seguridad pero a la vez se refieren a otros factores. «Aquí tenemos miedo, pero por la necesidad salimos. De por sí no es por gusto que salimos». Varias ONGs, aunque reconocieron los riesgos que existen todavía por la tensión en la zona y la presencia de grupos paramilitares, decidieron acompañarlos. También la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) mandó observadores para acompañar la reubicación.
Por su parte, Antonio Pérez Arias, el presidente municipal de Chenalhó, en el diario Cuarto Poder, opinó que ya existían las garantías suficientes para el retorno de las Abejas desplazadas. En este marco se puede mencionar las actas firmadas en julio de este año por él y los habitantes priístas de varias comunidades del municipio que pretenden garantizar la seguridad física de los desplazados que vienen a trabajar en su parcela o que retornan a vivir en sus casas. Sin embargo, representantes de las Abejas consideran que no son suficientes. «No confiamos en esas actas porque…cuando entramos en nuestra comunidad para cosechar maíz, se escuchan disparos».
Esperando la respuesta del gobierno
Aparte de la seguridad, los desplazados de Yibeljoj están viendo que otras necesidades han aparecido en su nuevo lugar. «Estamos igualitos como en ’97». Uno de sus representantes dice que «el sufrimiento que teníamos era el del agua y la leña, ahorita se solucionó aquí (en el nuevo campamento) con el río y los árboles pero sólo una parte». Las familias en este nuevo campamento están durmiendo en casitas hechas de palitos de madera y plásticos. Otras familias ni tienen casas. «Estamos destruyendo nuestras casas en X’oyep para traer los materiales acá. Pero hay gente en X’oyep que vivían en una casa entre tres, cuatro hasta cinco familias. Aquí, cada una está en su lote. Entonces, no les tocó a todos lámina. Están prestando un lugar para dormir».
Por esta razón, los desplazados están exigiendo que se paguen las indemnizaciones por el robo y la destrucción de sus pertenencias en 1997. «Cuando salimos (de Yibeljoj en ’97), dejamos maíz, sillas, mesas, molinos de maíz y todas las cosas de la cocina». En el caso de Yibeljoj, las casas de las Abejas existen todavía. Pero para los desplazados de otras comunidades cuyas casas fueron quemadas después de que se desplazaron, las indemnizaciones representarían una manera de evitar, en un eventual retorno, las malas condiciones de vida que enfrentan actualmente los originarios de Yibeljoj.
Los grupos desplazados de Chenalhó y del estado representan una realidad sin respuesta para el nuevo gobierno, para quien su mayor desafío es garantizar la seguridad en la zona, cumplir con las indemnizaciones y ayudar en la reconstrucción del tejido social.
Mientras tanto, los desplazados siguen esperando: «Vamos a ver primero el gobierno de Pablo Salazar, quien dijo en X’oyep que si gana, desarmaría a los paramilitares. Es lo que dijo. Si va a cumplir, vamos a regresar.»